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Región cultural Norte

El Norte del México prehispánico fue una vasta región que corresponde a  los territorios que se encuentran por encima del trópico de Cáncer, se trata de una tierra abrupta y árida con algunos territorios fértiles. La zona desértica abarca un gran espacio de esta región, puesto que se encuentra sobre los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, también se extienden hacia el sur en las zonas áridas de Querétaro e Hidalgo. La región Norte también comprende partes de Arizona, California, Sonora, junto con porciones del centro y sur de Baja California. La Sierra Madre atraviesa este territorio que tiene como principales fuentes de agua a los ríos Colorado, Grande (Bravo), Yaqui y Fuerte.

Las evidencias más antiguas de presencia humana en este lugar corresponden a la Etapa Lítica (30,000 a.C.-2500 a.C.), cuyos sitios más representativos son Weicker, Guadiana y algunos lugares de la sierra de Tamaulipas en los que se ha documentado evidencia de la domesticación temprana de plantas. En vísperas de la conquista esta gran extensión de tierras se encontraba habitada por grupos nómadas de cazadores-recolectores a los que genéricamente se les denominó Chichimecas, por esa razón a esta razón también se le conoce como la Gran Chichimeca.

La región puede dividirse en subáreas, en las que se dieron distintos desarrollos culturales locales. Así se puede observar el área noroccidental, en donde predominó la cultura Chalchihuites con sitios como La Quemada, Las Ventanas y Altavista; la zona nororiental que albergó diversas culturas, entre ellas la del sur de Tamaulipas, asociada a la cultura huasteca, con los sitios de El Sabinito y Balcón de Montezuma; otra zona la conforman las áreas del Tunal Grande y la Sierra Gorda de Querétaro, en ella se localiza uno de los conjuntos de explotación minera de mayor envergadura de Mesoamérica, su aprovechamiento colaboró en el surgimiento de centros importantes como Las Ranas y Toluquilla. 

Durante el periodo Clásico y Posclásico temprano (200  a 1200) las condiciones climatológicas en el Norte fueron más favorables para la agricultura, así el área mesoamericana alcanzó su mayor expansión territorial hacia el norte y pueblos sedentarios que se encontraban integrados a tradición cultural de Mesoamérica comenzaron a poblar tierras norteñas. Durante este tiempo los territorios del Norte fueron una eficiente vía para el intercambio de bienes y de elementos culturales entre ambas regiones. En tierras norteñas se obtenían productos de origen mineral, que eran muy apreciados por los pueblos mesoamericanos, tales como la turquesa proveniente de la zona de Altavista y el cinabrio de las minas de la Sierra Gorda.

La ciudad de Paquimé (Casas Grandes) funcionó como un enorme complejo que conectaba económica, política y culturalmente distintas regiones, en ese lugar se consumían y distribuían productos del Norte y de Mesoamérica. Se han encontrado evidencias de la crianza de guacamayas y guajolotes, así como la  elaboración de cerámica, la manufactura de objetos de concha y piedra. La influencia de Paquimé impactó a diversos lugares del área norte como son: Cuarenta Casas, Huápoca, Cueva Grande y Cueva de la Olla.

Alrededor del 900 y 1000 comenzó un proceso de deterioro y abandono de Paquimé lo que ocasionó un reacomodo de la población. Entre los factores que influyeron en este proceso, destaca un detrimento en las condiciones climáticas que inhibió los ciclos agrícolas y frenó la posibilidad de obtener cosechas suficientes para mantener a la población. Los grupos norteños migraron hacia otros rumbos del área Norte y algunos se refugiaron en la Sierra Madre donde habitaron hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.  

 

Fuentes: 

López Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, 2009, El pasado indígena, México, Colmex / FCE. 

Gamboa Carrera, Eduardo, 2004, Norte. Museo Nacional de Antropología. México, México, Conaculta / INAH / Lunwerg.


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Cueva de la Olla
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Impresionante vestigio de una ocupación que, en la zona, se remonta a 5,500 años a.C., el más antiguo de Aridamérica y de todo México. Sobresale el gran granero comunal en forma de vasija, un prodigio de la conservación, con estructura de hojas secas retorcidas recubiertas de barro.

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Este sitio es famoso por sus construcciones de lodo y sus puertas en forma de T, lo cual demuestra la destreza arquitectónica de sus antiguos pobladores. Hacia el oeste de la ciudad hay una hilera de estructuras construidas con relleno y piedra que probablemente estuvieron cubiertas de cal pintada y desempeñaron la función de centros ceremoniales.

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Se asienta en las estribaciones de la sierra de Tamaulipas y está conformado por más de 600 estructuras que se adaptaron a la accidentada topografía local. Sobresalen dos enormes edificios circulares y una pirámide con un altar ceremonial.

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Testimonio alucinante de los antiguos pobladores. Este sitio es diferente a todos no sólo porque se encuentra sobre la playa, sino porque atesora más de 700 grabados rupestres realizados sobre rocas volcánicas con motivos de plantas, flores, animales y figuras geométricas, que el mar no ha dañado.

La Ferrería
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Fue un importante centro religioso, hecho que se advierte en los cimientos de templos circulares, una pirámide con patio hundido, canchas de juegos de pelota, adoratorios y terrazas, más pinturas y grabados rupestres. El sitio más poblado y grande del Valle del Guadiana.

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Cueva Nido del Águila
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Los abrigos rocosos de la sierra de Chihuahua cobijaron decenas de asentamientos humanos separados entre sí por grandes distancias. Las viviendas, de tres y cuatro pisos de altura, se hallan en cuevas y fueron construidas con barro modelado. Tienen puertas en T”, una característica de las de Paquimé.

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Sus dimensiones hacen pensar que jugó un papel importante en las rutas comerciales de los huastecos. Tiene un centenar de basamentos de piedra caliza que, se supone, sustentaron casas de techos de palma y paredes de ramas, recubiertas con tierra.

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En los abrigos rocosos de la Sierra de Juárez, existe una amplia muestra de pintura rupestre. Figuras geométricas, zoomorfas o antropomorfas aparecen en los muros, y durante el solsticio de invierno un rayo de luz entra a la cavidad e ilumina los ojos de la imagen conocida como El Diablito.