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Todos los años, los pueblos de ascendencia otomí-chichimeca asentados en la zona semidesértica del estado de Querétaro, en el centro de México, acuden al triángulo simbólico que forman la Peña de Bernal y los cerros del Zamorano y el Frontón. Avanzan en peregrinación portando imágenes religiosas y, con ritos acompañados de danzas y música, invocan la lluvia y la protección divina, veneran a sus antepasados y garantizan la continuidad de su comunidad. El resto del año realizan ceremonias en capillas familiares o en altas estructuras perecederas “chimales” - imponentes estructuras temporales construidas con carrizo y recubiertas de plantas silvestres, que son ofrendas y símbolos de la resistencia, la vitalidad y sentimiento identitario de la comunidad- que exaltan la resistencia e identidad de sus etnias.

En 2006, la etnia totonaca creó una institución educativa para la transmisión integral de sus conocimientos, prácticas y artes. Semeja un asentamiento vernáculo y comprende varias casas-escuelas, cada una dedicada a un arte específico característico de la comunidad (cerámica, textiles, pintura, medicina, danza, música, teatro y cocina) mientras que en la “Casa de los Mayores” aprenden los valores esenciales del pueblo totonaca. Busca revitalizar la cultura indígena mediante el uso de la lengua totonaca, recuperar técnicas tradicionales, fomentar la producción artística, reestablecer estructuras de gobierno y promover la reforestación. Este centro es autogestivo y mantiene cooperación con organismos de otros estados mexicanos y países.

El proceso de elaboración de la talavera, conlleva un proceso artesanal cuyos conocimientos han sido transmitidos de generación en generación a través de la labor intrínseca en los talleres de alfarería (los cuales poseen señas distintivas entre cada uno de ellos, lo que distingue unas piezas de otras) o simplemente transferidos de manera oral dentro de cada familia artesana. A pesar de que se han incluido los avances tecnológicos en su proceso de fabricación (como tornos eléctricos) aún conserva el mismo procedimiento artesanal de producción, decoración y esmaltado que se llevaba a cabo en el siglo XVI, y que continúa vigente hasta nuestros días.

Celebrada el 12 de octubre de cada año, la Romería en honor de la Virgen de Zapopan es una tradición religiosa y cultural cuyo origen se remonta al año 1734. Ese día finaliza el ciclo anual del ritual popularmente conocido como “La Llevada de la Virgen”, que comienza en el mes de mayo y comprende numerosas actividades de carácter litúrgico y comunitario. Al cerrarse ese ciclo, se celebra el regreso de la Virgen a su basílica de la localidad de Zapopan la cual es acompañada por danzas (prehispánicas), música, rezos y pirotecnia, en el que participan más de 30 mil danzantes y toman parte alrededor de 2 millones de romeros cuyas familias enteras han conservado la tradición desde hace casi 300 años por lo cual se ha transmitido de una generación a otra.

Cada año al finalizar el ciclo anual del maíz, las comunidades indígenas de México celebran con fiestas el Día de los Muertos, el retorno transitorio de las almas de sus ancestros a la Tierra, una ceremonia que reafirma el papel de los individuos en la sociedad y refuerza el estatus sociopolítico de las etnias. En días específicos, esparcen pétalos de flores y colocan velas y ofrendas de la casa al cementerio, al tiempo que ofrendan alimentos en altares y tumbas adornados con flores, objetos simbólicos y siluetas de papel. El trasfondo simbólico y los ritos religiosos de estas fiestas están asociados a creencias prehispánicas y europeas.

Desde el siglo XVIII tiene lugar del 4 al 23 de enero de cada año la tradicional Fiesta Grande de Chiapa de Corzo en el estado de Chiapas. Música, danza, artesanía, gastronomía, misas y diversiones forman parte de una festividad en honor de Nuestro Señor de Esquipulas, San Antonio Abad y San Sebastián, siendo especialmente honrado este último. Los Parachicos (término con el que se designa a la vez a los danzantes y al tipo de baile que ejecutan de la mañana a la noche) recorren todo el pueblo llevando las imágenes honradas y visitando diversos lugares de culto. Los dirige el Patrón, máxima autoridad de los Parachicos, quien porta una máscara de expresión severa, una guitarra y un látigo, y toca el pito acompañado por uno o dos tamborileros, mientras que el resto de los Parachicos mueve sus chinchines. Durante la danza, el Patrón entona loas a las que los Parachicos responden con vivas.

Sus orígenes se remontan al siglo XVI cuando las haciendas ganaderas en el norte y centro del país, al presentar un gran desarrollo, se ven en la necesidad de convivir y cooperar entre los vaqueros de la región para llevar un control del ganado de cada propiedad, surgiendo así la actividad de la charrería que consistía en las actividades típicas de una finca (ejercer a caballo el control mediante el uso de una silla de montar y una reata para arrear al ganado), actividades que con el correr de los años dieron origen a una tradición.

La Pirekua es una creación musical representativa de la comunidad p'urhépecha del Estado de Michoacán cuyos orígenes se remontan al siglo XVI como resultado de una mezcla de influencias amerindias, europeas y africanas, e incluye canciones entonadas con ritmo lento y/o melodías de ritmos diversos como los sones y abajeños. Pirekua es un vocablo p'urhépecha que se construye a partir del verbo pireni cantar y de kua, sufijo que nos indica canto o canción. Otro vocablo derivado de pireni es pireri, que quiere decir cantor o intérprete de canciones y pirériecha (cantantes o intérpretes). El vocablo pirekua ya castellanizado es de uso común tanto en el habla p'urhépecha como en el español regional.

La gastronomía mexicana es manifestación viva de un sistema cultural de participación colectiva que comprende prácticas agrícolas, (cultivo por rotación del maíz y otras plantas, con roza y quema del terreno) y la chinampa (islote artificial de cultivo en zonas lacustres) celebraciones rituales, costumbres, conocimientos, técnicas, procedimientos como la nixtamalización (descascarillado del maíz con agua de cal para aumentar su valor nutritivo) y utensilios ancestrales como metates y morteros de piedra.

La ceremonia ritual de los voladores es una danza asociada a la fertilidad practicada por diversos pueblos indígenas de México y Centroamérica —entre ellos los totonacas, teenek, nahuas, ñañhus y mayas— aunque su valor más representativo y emblemático se concentra en el Totonacapan, Veracruz, región vinculada históricamente con la ciudad prehispánica de El Tajín.