El corazón espiritual de Wirikuta, donde crecen plantas sagradas como el peyote (hikuri). Aquí se realizan rituales de recolección y consumo, esenciales en la tradición wixárika. Incluye dos sitios sagrados. Junto con Huacuri Quitenie conforma el paisaje sagrado central de Wirikuta. Este espacio es concebido como un gran templo (xiriky), donde habitan múltiples deidades y se realizan ceremonias de unción. Toda el área está cargada de asociaciones espirituales.
Huiricuta: Mucuyahue
El paisaje sagrado de Mucuyahue, en el corazón de Huiricuta, es una porción del Altiplano de San Luis Potosí conformada por lomas suaves y planicies. Su altitud media es de 7,950 m. Aquí abundan el arbusto de la creosota (Larrea tridentata) y la palma izote (Yucca), así como una variedad excepcional de cactáceas endémicas y en peligro de extinción, entre las que destaca notoriamente el peyote.
Al llegar a esta zona, los jicareros encienden un fuego para hacer presente a Tatehuari, el Abuelo Fuego. Acomodan los troncos de una forma especial, orientando el fuego hacia arriba, para que Tatehuari pueda ver a todos. Todos los peregrinos se presentan ante el fuego. Por la tarde, se entona un canto ritual o ehuari para invocar a las deidades e iniciar un ayuno. A la mañana siguiente, los peregrinos dejan sus pertenencias junto al fuego. Luego se alinean de norte a sur, mirando hacia el poniente, con los matehuamete (novicios) en el centro. Todos son purificados. Trituran tabaco y preparan una pequeña bolsita que colocan dentro de una de sus calabazas rituales, o yacuais. También envuelven tabaco en una pequeña envoltura de hoja de maíz y lo colocan entre la encía y la mejilla, como protección para quienes van a cazar jíkuri. Los ancianos que lideran la peregrinación, los nauxatame y urucuecame, se colocan a cada lado. Intercambian sus bolsas bordadas al hombro (patsari) llenas de tabaco que tostaron durante el camino. Uno de ellos, en el lado sur, y el otro en el norte, llevan carcajes para arco y flechas (calahuina). Los demás porta un muvieri, pequeño cetro emplumado. Tocan sus trompetas hechas con cuernos de toro y parten en busca del venado azul, Tamatsi Paritsica.
En este sitio, la cacería consiste en buscar un grupo de botones de jíkuri (Lophophora williamsii) que formen la silueta de un venado, o de alguna otra figura significativa, como un águila real. Al encontrarla, colocan flechas en el suelo en los cuatro puntos cardinales alrededor de la figura. Allí hacen un altar con flechas, jícaras, velas y otros objetos rituales. Luego salen todos a recolectar jíkuri.
Una vez concluido esto, regresan al altar. Cada peregrino entrega a los líderes dos de los botones de jíkuri que recolectó: uno en nombre de la deidad ancestral Tatutsí (Nuestra Bisabuela) y otro en nombre de Tatehuari (Nuestro Abuelo Fuego). Estos se preparan especialmente para los novicios. Todos los jicareros o portadores de jícaras consumen el jíkuri. Los ancianos cuidan a los novicios, les hablan y los orientan a través de su trazo espiritual. Este es un momento especialmente crítico. Si los peregrinos no realizaron correctamente todos los rituales durante la travesía, reciben castigos que pueden incluso incluir la locura. Si los realizaron debidamente, en cambio, reciben grandes visiones y sabiduría. Después de consumir jíkuri durante algún tiempo, todos regresan al fuego. Allí presentan los cantos que han preparado durante la peregrinación y participan en una danza. Luego se despiden del fuego y regresan a su campamento. Permanecen cinco días en este sitio, saliendo varias veces a recolectar jícuri. Durante este periodo, algunos peregrinos van a Raenax, mientras otros se quedan cuidando el campamento.
Sitios sagrados:
Cumequite Memayae.
Cauyumarie Mayehue.