Boca de Potrerillos
Recibe este nombre porque a finales del periodo virreinal se construyó ahí un rancho vinatero llamado Boca de Potrerillos.
Aquí se han encontrado miles de rocas grabadas con petroglifos, vinculadas a los grupos de cazadores-recolectores que habitaron el lugar. Sus imágenes remiten al culto a la naturaleza y a los fenómenos meteorológicos, entre otros temas.
Sobre la zona
En 1995, el INAH abrió las puertas de éste, el primer sitio rupestre con visita pública en México y la zona arqueológica más importante del noreste del país.
El enigma en torno a esta parte del actual estado de Nuevo León —a unos 80 km de la ciudad de Monterrey— comenzó a desentrañarse en 1989. Fue entonces cuando el arqueólogo Moisés Valadez y su equipo comenzaron a realizar estudios arqueológicos y paleoambientales. Esto les permitió descubrir que los antiguos pobladores de Boca de Potrerillos nunca se vieron en la necesidad de cultivar la tierra porque el medio natural era abundante en plantas y animales, de modo que pudieron subsistir de la recolección, la cacería y la pesca en lagos y ríos. Además, a través de las pruebas por radiocarbono se pudo determinar que habitaron este lugar desde hace más de 8,000 años y que continuaron ocupándolo de manera estacional hasta su desaparición, a mediados del siglo XVIII.
Sin duda, el principal atractivo de esta zona es lo hallado en las laderas de los cerros La Zorra y El Antrisco: más de 4,000 rocas que los indígenas utilizaron como soporte para la elaboración de petroglifos. En ellas, Valadez y sus colaboradores han registrado y estudiado en detalle más de 17,000 imágenes rupestres que reflejan una compleja concepción del entorno natural y un paisaje cultural muy distinto del que predominó en las sociedades prehispánicas del resto del país.
Una de las primeras preguntas que se hacen las personas al ver los petroglifos es su significado. En realidad, los símbolos resultan extraños y complicados, porque han pasado miles de años desde su elaboración. Al parecer, todos los petroglifos se ejecutaron de manera planeada y como parte de ceremonias.
Para facilitar el entendimiento de los símbolos grabados en los petroglifos, los arqueólogos idearon un sistema de registro tridimensional con una metodología muy particular, basada en la posición y orientación de cada roca. El sistema consiste en la instalación de una cuadrícula desmontable que forma cubos de un metro cuadrado, la cual puede crecer a cualquier dirección o en sentido vertical. La cuadrícula de tres dimensiones se orienta en dirección al norte magnético, luego de lo cual se toman fotografías de cada una de las caras horizontales y verticales. La información de las series fotográficas y características de los petroglifos se anotan en cédulas con todos los datos de referencia. Posteriormente se elaboran los dibujos de cada imagen grabada, así como mapas con la ubicación de cada roca y de los grupos de petroglifos similares, a fin de conocer su distribución.
Además de ser una herramienta muy valiosa para el estudio del arte rupestre de esta región, el sistema de cuadrículas tridimensionales ha ayudado en la conservación y resguardo de este valioso patrimonio arqueológico. Al conocer la posición exacta de cada roca y su estado es posible saber qué petroglifo falta o cuál ha sido alterado o dañado.
Por otra parte, en las planicies aluviales al pie de los cerros mencionados se han podido recolectar 3,000 piezas elaboradas con roca, hueso y concha. El estudio detallado de sus formas revela que debieron utilizarse como armas, herramientas, utensilios y adornos. Destacan los llamados raspadores y tajadores, piezas toscas que se usaban para trabajos como curtido de pieles, devastado de madera y tallado de fibras vegetales. Además, están las famosas puntas de dardo, que datan de hace unos 7,000 años y que dejaron de producirse hace cerca de mil años. A partir de entonces se empezaron a elaborar las puntas de flecha, mucho más pequeñas, las cuales siguieron utilizándose hasta el siglo XVIII.
En cuanto a los principales instrumentos, valga mencionar las llamadas muelas, los metates, los morteros y las manos, que servían para machacar semillas, vainas y plantas empleadas en la dieta de los indígenas. Los hallazgos se complementan con cuchillos, hachas, martillos, buriles, punzones y perforadores, junto con objetos de usos especiales, como aretes, cuentas, pendientes y pequeñas placas con incisiones de diseños geométricos y figuras similares a las de los petroglifos. Finalmente, en la muestra sobresalen algunos objetos de cerámica, metal y vidrio.
A través de los años se ha diseñado una estrategia de visita en concordancia con la conservación del patrimonio cultural. Para tal efecto, la zona de monumentos cuenta con terracería de acceso, malla protectora, señalización exterior e interior, sala de exhibición, sala de conferencias, andadores, áreas jardinadas con plantas nativas y puente colgante, entre otras instalaciones.
El enigma en torno a esta parte del actual estado de Nuevo León —a unos 80 km de la ciudad de Monterrey— comenzó a desentrañarse en 1989. Fue entonces cuando el arqueólogo Moisés Valadez y su equipo comenzaron a realizar estudios arqueológicos y paleoambientales. Esto les permitió descubrir que los antiguos pobladores de Boca de Potrerillos nunca se vieron en la necesidad de cultivar la tierra porque el medio natural era abundante en plantas y animales, de modo que pudieron subsistir de la recolección, la cacería y la pesca en lagos y ríos. Además, a través de las pruebas por radiocarbono se pudo determinar que habitaron este lugar desde hace más de 8,000 años y que continuaron ocupándolo de manera estacional hasta su desaparición, a mediados del siglo XVIII.
Sin duda, el principal atractivo de esta zona es lo hallado en las laderas de los cerros La Zorra y El Antrisco: más de 4,000 rocas que los indígenas utilizaron como soporte para la elaboración de petroglifos. En ellas, Valadez y sus colaboradores han registrado y estudiado en detalle más de 17,000 imágenes rupestres que reflejan una compleja concepción del entorno natural y un paisaje cultural muy distinto del que predominó en las sociedades prehispánicas del resto del país.
Una de las primeras preguntas que se hacen las personas al ver los petroglifos es su significado. En realidad, los símbolos resultan extraños y complicados, porque han pasado miles de años desde su elaboración. Al parecer, todos los petroglifos se ejecutaron de manera planeada y como parte de ceremonias.
Para facilitar el entendimiento de los símbolos grabados en los petroglifos, los arqueólogos idearon un sistema de registro tridimensional con una metodología muy particular, basada en la posición y orientación de cada roca. El sistema consiste en la instalación de una cuadrícula desmontable que forma cubos de un metro cuadrado, la cual puede crecer a cualquier dirección o en sentido vertical. La cuadrícula de tres dimensiones se orienta en dirección al norte magnético, luego de lo cual se toman fotografías de cada una de las caras horizontales y verticales. La información de las series fotográficas y características de los petroglifos se anotan en cédulas con todos los datos de referencia. Posteriormente se elaboran los dibujos de cada imagen grabada, así como mapas con la ubicación de cada roca y de los grupos de petroglifos similares, a fin de conocer su distribución.
Además de ser una herramienta muy valiosa para el estudio del arte rupestre de esta región, el sistema de cuadrículas tridimensionales ha ayudado en la conservación y resguardo de este valioso patrimonio arqueológico. Al conocer la posición exacta de cada roca y su estado es posible saber qué petroglifo falta o cuál ha sido alterado o dañado.
Por otra parte, en las planicies aluviales al pie de los cerros mencionados se han podido recolectar 3,000 piezas elaboradas con roca, hueso y concha. El estudio detallado de sus formas revela que debieron utilizarse como armas, herramientas, utensilios y adornos. Destacan los llamados raspadores y tajadores, piezas toscas que se usaban para trabajos como curtido de pieles, devastado de madera y tallado de fibras vegetales. Además, están las famosas puntas de dardo, que datan de hace unos 7,000 años y que dejaron de producirse hace cerca de mil años. A partir de entonces se empezaron a elaborar las puntas de flecha, mucho más pequeñas, las cuales siguieron utilizándose hasta el siglo XVIII.
En cuanto a los principales instrumentos, valga mencionar las llamadas muelas, los metates, los morteros y las manos, que servían para machacar semillas, vainas y plantas empleadas en la dieta de los indígenas. Los hallazgos se complementan con cuchillos, hachas, martillos, buriles, punzones y perforadores, junto con objetos de usos especiales, como aretes, cuentas, pendientes y pequeñas placas con incisiones de diseños geométricos y figuras similares a las de los petroglifos. Finalmente, en la muestra sobresalen algunos objetos de cerámica, metal y vidrio.
A través de los años se ha diseñado una estrategia de visita en concordancia con la conservación del patrimonio cultural. Para tal efecto, la zona de monumentos cuenta con terracería de acceso, malla protectora, señalización exterior e interior, sala de exhibición, sala de conferencias, andadores, áreas jardinadas con plantas nativas y puente colgante, entre otras instalaciones.
Sabías que...
- El sitio debe su denominación a que, desde el Virreinato, se llamaba “boca” al lugar donde se unen dos serranías para forma una entrada; en este caso hace referencia al acceso natural al Cañón de Potrerillos.
- En 2001, Boca de Potrerillos mereció la declaratoria presidencial como zona de monumentos arqueológicos, algo que ninguno de los sitios rupestres declarados Patrimonio Mundial ostenta en nuestro país.
Un experto opina
Moisés Valadez Moreno
Centro INAH Nuevo León
Información práctica
Martes a domingo de 10:00 a 17:00 hrs.
$75.00 pesos
Se localiza en el Municipio de Mina, estado de Nuevo León, en el km 45.9 de la carretera Monterrey - Monclova a unos 80 km de la ciudad de Monterrey
Partiendo de la ciudad de Monterrey, se toma la carretera México 53 Monterrey - Monclova, Coahuila, cruzando los municipios de El Carmen, Abasolo, Hidalgo y Mina. Al llegar a la marca del km 45.9, girar a la izquierda, continuando por terracería 3.5 km siguiendo los señalamiento que conducen al estacionamiento de la Zona de Monumentos Arqueológicos Boca de Potrerillos.
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+52 (818) 333 97 51
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Directorio
Encargada de la Zona de Monumentos Arqueológicos
Paola Isabel Zepeda Quintero
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