Malinalco
Lugar en donde se adora a Malinalxóchitl
Sitio único en Mesoamérica, pues fue tallado de una pieza en una enorme roca al borde de una barranca para fines militares. Construida por los mexicas poco antes de la Conquista y dedicado a la iniciación de los guerreros águila y jaguar-ocelote, contiene espléndidas esculturas de esos símbolos.
Sobre la zona
Ciudad matlazinca conquistada por los mexicas aproximadamente en el año de 1476, estuvo dedicada por ellos a puesto de vigilancia de rutas comerciales, guarnición militar y punto de protección de un importante acueducto hacia Tenochtitlan. Además de la formación y consagración de guerreros de élite, fue un santuario para el culto de deidades bélicas, así como agrícolas. Su nombre pudo hacer referencia a Malinalxóchitl —“donde reside Malinalxóchitl”, “donde se la adora”, que a su vez sería “flor de la hierba para hacer sogas”, “flor del zacate carbonero”—, diosa de la hechicería y la adivinación aciaga, hermana de Huitzilopochtli lo mismo que Coyolxauhqui.
Estuvo poblada desde antes de nuestra era, recibió la influencia de Teotihuacán —reconocible sólo en restos de cerámica— y llegó a beneficiarse y a controlar parcialmente el comercio con la Tierra Caliente (actuales estados de Morelos y Guerrero) y el Altiplano central. En ella parece haber sido importante la práctica ritual de los sacrificios humanos de guerreros apresados en la xochiyáoyotl o guerra florida.
Entre sus monumentos más notables están el conjunto del Cuauhtinchan (“morada de águilas”), la porción mejor preservada. Entre los edificios labrados destaca el templo monolítico denominado el Cuauhtinchan, que fue tallado para celebrar rituales militares. Éste es un caso único en Mesoamérica. Resalta la complicada disposición del asentamiento, que parece haber tenido propósitos defensivos. En una de sus estructuras seguramente se llevaba a cabo algún consejo militar.
Por su parte el Cuauhcalli (“casa de las águilas”), denominado también Templo I o Templo Monolítico porque se encuentra labrado en la roca, fue escenario de reuniones militares y quizá religiosas. Posee una techumbre reconstruida utilizando materiales autóctonos como la palma y la madera, acorde con la original, según los elementos de las figurillas de barro procedentes de la zona arqueológica y las huellas de postes y canales de desalojo de agua pluvial labrados en la roca del mismo edificio. Está dotado de una escalinata bordeada por dos esculturas de ocelote y una central (esta última probablemente sirvió de portaestandarte), y posee canales de escurrimiento que protegen el edificio de la lluvia. Su puerta mayor tiene la forma de fauces de una serpiente que representa el monstruo de la tierra, y en el piso por fuera de la puerta se observa la talla de una lengua bífida frente a la cual se abre un orificio para depositar ofrendas. Esta puerta conduce a un recinto con una banqueta circular a su alrededor, al centro de la cual se advierte la figura de un ocelote y dos águilas con las alas desplegadas en actitud de vuelo, aunque en realidad representan elegantes tapetes, porque sus garras se encuentran hacia atrás y no debajo del cuerpo. En el caso del ocelote, las patas se encuentran de igual forma: abiertas y no en actitud de acecho. En la parte media del santuario se localiza un águila con las alas recogidas y detrás de ella un orificio para depositar la ofrenda de sangre ritual.
En el Edificio III o Tzinacalli (“casa de los quemadores”) se cree que se incineraban los restos de los guerreros caídos en combate.
Las Cartas de Relación de Hernán Cortés consignan que, en 1521, se encomendó al capitán Andrés de Tapia conquistar y reducir a obediencia la guarnición y población mexicas de Malinalco, después de lo cual los sobrevivientes fueron entregados posteriormente en encomienda.
En 1905 hubo una primera exploración del sitio, cuyos resultados describió el doctor Francisco Plancarte y Navarrete, segundo obispo de Cuernavaca, quien consideró que Malinalco había estado dedicada al culto de Xiuhtecuhtli, el dios del fuego. En 1925, una segunda exploración a cargo del arqueólogo Enrique Juan Palacio permitió hacerse una idea más clara de la amplitud e importancia de la zona. Las nuevas exploraciones y excavaciones sistemáticas conducidas por el INAH han vertido mucha luz sobre este sitio sorprendente.
Estuvo poblada desde antes de nuestra era, recibió la influencia de Teotihuacán —reconocible sólo en restos de cerámica— y llegó a beneficiarse y a controlar parcialmente el comercio con la Tierra Caliente (actuales estados de Morelos y Guerrero) y el Altiplano central. En ella parece haber sido importante la práctica ritual de los sacrificios humanos de guerreros apresados en la xochiyáoyotl o guerra florida.
Entre sus monumentos más notables están el conjunto del Cuauhtinchan (“morada de águilas”), la porción mejor preservada. Entre los edificios labrados destaca el templo monolítico denominado el Cuauhtinchan, que fue tallado para celebrar rituales militares. Éste es un caso único en Mesoamérica. Resalta la complicada disposición del asentamiento, que parece haber tenido propósitos defensivos. En una de sus estructuras seguramente se llevaba a cabo algún consejo militar.
Por su parte el Cuauhcalli (“casa de las águilas”), denominado también Templo I o Templo Monolítico porque se encuentra labrado en la roca, fue escenario de reuniones militares y quizá religiosas. Posee una techumbre reconstruida utilizando materiales autóctonos como la palma y la madera, acorde con la original, según los elementos de las figurillas de barro procedentes de la zona arqueológica y las huellas de postes y canales de desalojo de agua pluvial labrados en la roca del mismo edificio. Está dotado de una escalinata bordeada por dos esculturas de ocelote y una central (esta última probablemente sirvió de portaestandarte), y posee canales de escurrimiento que protegen el edificio de la lluvia. Su puerta mayor tiene la forma de fauces de una serpiente que representa el monstruo de la tierra, y en el piso por fuera de la puerta se observa la talla de una lengua bífida frente a la cual se abre un orificio para depositar ofrendas. Esta puerta conduce a un recinto con una banqueta circular a su alrededor, al centro de la cual se advierte la figura de un ocelote y dos águilas con las alas desplegadas en actitud de vuelo, aunque en realidad representan elegantes tapetes, porque sus garras se encuentran hacia atrás y no debajo del cuerpo. En el caso del ocelote, las patas se encuentran de igual forma: abiertas y no en actitud de acecho. En la parte media del santuario se localiza un águila con las alas recogidas y detrás de ella un orificio para depositar la ofrenda de sangre ritual.
En el Edificio III o Tzinacalli (“casa de los quemadores”) se cree que se incineraban los restos de los guerreros caídos en combate.
Las Cartas de Relación de Hernán Cortés consignan que, en 1521, se encomendó al capitán Andrés de Tapia conquistar y reducir a obediencia la guarnición y población mexicas de Malinalco, después de lo cual los sobrevivientes fueron entregados posteriormente en encomienda.
En 1905 hubo una primera exploración del sitio, cuyos resultados describió el doctor Francisco Plancarte y Navarrete, segundo obispo de Cuernavaca, quien consideró que Malinalco había estado dedicada al culto de Xiuhtecuhtli, el dios del fuego. En 1925, una segunda exploración a cargo del arqueólogo Enrique Juan Palacio permitió hacerse una idea más clara de la amplitud e importancia de la zona. Las nuevas exploraciones y excavaciones sistemáticas conducidas por el INAH han vertido mucha luz sobre este sitio sorprendente.
Mapa
Sabías que...
- Malinalco es el único sitio en Mesoamérica de construcción monolítica, labrado todo él en piedra de una pieza, con herramientas también de piedra.
- En la cima del Cerro de los Ídolos se ubican seis estructuras monumentales. Desde esta área, que comprende aproximadamente media hectárea y que se halla a una altura de 2,125 m sobre el nivel del mar, se dominan las distintas secciones del Cuauhtinchan.
- Entre 1476 y 1521 fue un punto estratégico para los intereses del imperio mexica.
- El Cuahcalli es el único templo hasta ahora conocido dedicado a rituales de guerra. Aquí, los guerreros águila y ocelote se perforaban y colocaban adornos en el cartílago entre las fosas nasales y frente al mentón.
Un experto opina
El Cuauhtinchan y el Cuauhcalli, destino y culminación de la élite militar mexica, guardianes del eterno regreso del sol.
José Hernández Rivero
Centro INAH Estado de México
Información práctica
Martes a domingo de 10:00 a 16:00 hrs.
$80.00 pesos
Se localiza en el Barrio de Santa Mónica, Calle Amajac C.P. 52440, Malinalco, Estado de México
Desde la Ciudad de México, tomar la carretera a Toluca y en la Marquesa tomar la desviación a Tenango del Valle. Al llegar a Jajalpa, contibuar por la desviación a Malinalco. El sitio se localiza a 99 kilómetros de la Ciudad de México.
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+52 (714) 1473013
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