Este recinto cuenta con cuatro salas que nos hablan del saber constructivo de los mayas antiguos. Muchas de las piezas proceden de fachadas que colapsaron y fueron rescatadas, otros son monolitos que formaban parte de la simbología y decoración arquitectónica.

En la primera sala, nos reciben dos grandes mascarones esquineros Puuc, formados por un mosaico de sillares procedente de Miramar. Le acompañan estelas de Itzimté y esculturas de Xcalumkín, Xcochá, Dzibilnocac y Cayal, sitios todos del norte campechano. Las cédulas explican la lectura de los jeroglíficos y fechas asociadas.

Justo en el acceso a la segunda sala, encontramos un dintel que muestra a un gobernante de Calakmul (520-546 d. C.) iniciando una danza ritual.  Dentro, la representación del dios Itzamná de Chunhuhub parece presidir la reunión de piezas que incluye una columna con músicos y enanos, una estela de Edzná, atlantes de Xculoc, columnas decoradas con grandes glifos y un marco cuadrangular de Xcalumkín.

En la siguiente sala, una banqueta de Río Bec con recubrimiento de estuco y vestigios de color acompaña a columnillas con relieves de deidades y tapas de bóveda pintadas con la imagen de Kawiil, dios de los linajes y la abundancia. Este último se distingue porque una de sus piernas adopta la forma de una serpiente. Estas piezas proceden de Santa Rosa Xtampak. En el otro extremo, vemos una estela de Dzehkabtún con un venado esquelético y la escultura de un funcionario de Dzibilnocac.

La última sala del Baluarte de la Soledad está dedicada a Calakmul, en especial a la ofrenda funeraria recuperada en una tumba de la Estructura VII, donde se registró el hallazgo de la primera máscara de mosaico de jadeíta, concha y obsidiana del sitio. Esta joya arqueológica ha formado parte de diversas exposiciones internacionales. La acompañan conchas y caracoles, cuencos, platos y vasos, algunos incluso con material derramado (quizá copal) y congelado en el tiempo.