Una mirada a su compleja traza urbana
La zona arqueológica de Tula es una de las más importantes de la cultura tolteca. El recinto monumental se encuentra sobre una terraza artificial, desde la cual se desplantan diversos edificios administrativos y ceremoniales. En la parte central hay una gran plaza con un adoratorio en el medio. Hacia el norte, sobre una plataforma, se construyeron el Palacio Quemado y la Pirámide B, esta última separada por un muro llamado Coatepantli. Al oriente se sitúan el Edificio J y la Pirámide C; al sur se encuentra un edificio alargado llamado K y, al poniente, se levantan un tzompantli y el Juego de Pelota 2 (ver mapa de la zona).
La forma y planificación de Tula están estrechamente relacionadas con el relieve y la topografía del lugar, pues se emplaza entre la bifurcación de dos ríos (Rosas y Tula) y en la cima de una ladera (El Tesoro). En su extremo poniente la delimita un macizo montañoso (El Magoni) y, al sureste, otra formación de este mismo tipo (El Cielito). La forma de la ciudad era rectangular, con contornos irregulares en los extremos, donde el río Tula fue el eje norte- sur de planificación en la primera etapa de construcción tolteca. Hay evidencias de dos renovaciones urbanísticas durante la segunda etapa de construcciones toltecas, una cuando la ciudad comenzó a orientarse hacia el noreste y otra cuando se extendió hacia el noroeste.
En la segunda etapa urbana, la ciudad arqueológica de Tula alcanzó una extensión de 18 km2, que corresponde a su máximo auge durante la fase Tollan (900-1150 d.C.). La traza de norte a sur era de 6 km y de este a oeste de 4 km. Debido a la topografía se ocuparon las laderas, lomas y parte del valle entre las cotas 2,005 a 2,060 metros sobre el nivel del mar. Los límites al este abarcan los poblados modernos de San Lorenzo, Tultengo y El Llano, así como el cerro El Cielito; al oeste la moderna ciudad de Tula, la Malinche y el Magoni, y al sur el actual poblado de San Marcos.
La vida urbana fuera del recinto ceremonial presentaba también gran complejidad, por los numerosos barrios con unidades habitacionales agrupadas, donde se contaba con un templo principal. En algunos de los barrios había especialización artesanal, ya fuera en cerámica, lítica tallada, concha, hueso, escultura y textiles, entre otros. En el norte y fuera del área urbana había un área de sustentación, donde también existían unidades habitacionales asociadas a sistemas de cultivo intensivo a través de regadío o sistemas de terrazas regadas por canal.
Desde una perspectiva urbanística, la ciudad arqueológica de Tula fue muy compleja. Lo anterior es sin tomar en consideración los procesos de abandono y preocupación posterior, con la llegada de otros grupos de filiación náhuatl y, posteriormente, durante la Colonia.