San Francisco nació en Asís en Umbría (Italia) en 1181 o comienzos de 1182. Según varias fuentes documentales y tradiciones orales, de ser un hijo de un acaudalado comerciante pasó a una vida austera y simple, convirtiéndose en un hombre dulce, paciente y generoso con los pobres, que con frecuencia visitaba los hospitales, servía a los enfermos y les besaba las úlceras a los leprosos.
La escena realizada por el pintor novohispano Luis Berrueco (pintor poblano de principio del siglo XVIII), representa en una misma pintura, dos momentos a la vez:
En primer plano, cuando estaba rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, a las afueras de Asís, en donde le pareció escuchar una voz que procedía de la imagen de Cristo, que le dijo tres veces, “Francisco, ve y repara mi casa, que ves derrumbarse”. El santo, viendo que la iglesia era antigua, pensó que Dios le ordenaba repararla. Fue con su padre ante el obispo, se despojó de todas sus ropas y renunció al mundo.
Para la reconstrucción de San Damián, el mismo Francisco llevó las piedras y reparó la iglesia, sin embargo, el sentido de la frase, que según la tradición escuchó, iba mucho más allá y no se refería a una reparación meramente física o precisamente de ese templo, es decir, no literal sino metafórica, haciendo alusión a una reforma de ideas y estilo de vida, más apegada a la de Cristo, del clero de la Iglesia de ese entonces.
Berrueco representa en la obra la voz de Dios a través de una filacteria, que es una banda con inscripciones o leyendas que usualmente se colocaba en retablos, pinturas o esculturas y que en este caso contiene la leyenda en latín VADE FRANCISCE REPARA DOMUM. MEAM, QUELAVITUR (Francisco, ve y repara mi casa, que ves derrumbarse),
Destaca los colores y complejidad de la indumentaria de San Francisco de Asís, que es pintada a la usanza de la aristocracia francesa del siglo XVIII, no en segundo plano, en una escala mucho menor, casi al lado superior izquierdo del cuadro, se puede apreciar una especie de abrazo de San Francisco de Asís a otro personaje (un leproso o una persona pobre). Sin embargo, más que un abrazo es la representación del despojo de sus ricas vestimentas y el comienzo de su nueva vida dedicada a la oración, al recogimiento.
Berrueco en Aguascalientes
Hasta el momento se tienen ubicados solamente dos lienzos de Berrueco en el actual territorio de Aguascalientes, uno de ellos es el que precisamente forma parte de la colección del Museo Regional de Historia, el otro es una obra de gran formato en el que se representa a la Virgen de Guadalupe y que se encuentra en el Templo del Rosario (mejor conocido como Templo de la Merced), localizado en la misma calle y a unos cuantos pasos del museo. Los dos lienzos están firmados con el apellido Berrueco y es exactamente la misma firma.
Es interesante la opinión del profesor, historiador y periodista poblano Enrique Cordero y Torres sobre la obra de Luis Berrueco, quien en su Diccionario Biográfico de Puebla, dice: “era pintor mediocre pero con cierta gracia pintoresca”. Al respecto, si bien es claro que Berrueco no logró el nivel y destreza de pintores contemporáneos a él, como Miguel Cabrera o Cristóbal de Villalpando, si encontró las suficientes claves estéticas y de composición para de manera importante acercar los temas religiosos a los habitantes de la Nueva España, como ejemplo de ello están las diversas obras que se encuentran en los templos de Puebla y seguramente de otras partes de México.
Los museos abren ventanas a mundos posibles, incluyendo uno mejor. Desde el Museo Regional de Historia de Aguascalientes se trabaja de manera constante en la investigación, conservación y difusión del patrimonio cultural de los aguascalentenses y de México, fortaleciendo así la identidad cultural, el sentido de comunidad y el desarrollo creativo de proyectos estratégicos enfocados a lograr una ciudadanía más participativa, que colabore activamente en la creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollarse integralmente.
