La serie de 19 pinturas de caballete alusivas a la vida de San Ignacio de Loyola, que se conservan en el Museo Regional de Querétaro, fueron realizadas por Miguel Cabrera, célebre pintor novohispano del siglo XVIII y artista consentido de la orden jesuita, pues hizo para ella innumerables obras destinadas a sus diferentes templos.
Originalmente, el conjunto de pinturas fue concebido para ocupar los diferentes espacios que forman los arcos de medio punto en el claustro bajo del que fuera el Real Colegio de San Ignacio de Loyola y San Francisco Xavier, en la ciudad de Querétaro, actualmente conocido como Patio Barroco; desde 1966, pertenece a la Universidad Autónoma de Querétaro.
Durante la primera década del siglo XX, y a raíz de los sucesos revolucionarios en los que se sumió el país, la colección —junto con otras obras provenientes de varios recintos religiosos— fue trasladada a la Academia de Bellas Artes para formar parte del acervo artístico. El propósito era cuidarlas y protegerlas de la destrucción, así como difundir la cultura local e incentivar las actividades propias de la Academia. Unos años más tarde, Germán Patiño, protector, gran visionario del significado de la cultura y fundador, en 1936, del Museo Regional, gestionó el traslado de la mayor parte del acervo de la Academia a dicho museo. Desde entonces, la colección Vida de San Ignacio de Loyola permanece expuesta en dicho lugar.
El Real Colegio fue remodelado en 1755, por lo que seguramente Miguel Cabrera pintó antes de esa fecha para que estuvieran colgadas el día de la apertura del nuevo edificio. Se puede decir que Cabrera se basó en la biografía oficial del jesuita escrita por Pedro de Rivadeneira, contemporáneo de Loyola. En cuanto a los dibujos, probablemente se inspiró en una serie de 79 grabados referentes a los principales acontecimientos de la vida del fundador de la orden. Los dibujos fueron hechos por el flamenco Pedro Pablo Rubens y los grabados por el francés Jean Baptiste Barbé. Esta serie romana fue editada por primera vez en 1609 bajo el nombre La vita beati p. Ignatii Ioiolae societatis Iesu fundatoris (La vida del beato padre Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús).
El propósito de las pinturas fue propiciar en los novicios jesuitas una vida de entrega espiritual, de ejemplo y trabajo a través de las imágenes. Se sabe que San Ignacio se valía de las estampas para enseñar, pues conocía el poder de su impacto y a su muerte sus discípulos continuaron con la tradición.
Cada escena ocupa prácticamente el lienzo de medio punto. Sin embargo, en cinco de los lienzos más chicos es posible observar dos escenas que retoman momentos continuos en la vida del santo, como si el autor hubiera aprovechado deliberadamente al máximo el espacio pequeño. La pincelada es sumamente delgada, aplicada sobre un fondo rojo. Las figuras están realizadas con gran maestría y es posible advertir la riqueza plástica en las expresiones y las posturas de los personajes representados.
Las escenas temáticas relatan los momentos más importantes de la vida de San Ignacio: desde su nacimiento, la herida sufrida en la pierna durante la Batalla de Pamplona contra los franceses y el despertar espiritual a través de la lectura de libros, hasta la vocación y conformación de la Compañía de Jesús, en donde sobresale el tema de la Virgen dictando el libro de los ejercicios espirituales, así como sus viajes a Jerusalén y Roma, sus constantes predicaciones y el éxtasis, para finalizar en la representación de su muerte.