Templo Mayor
Debe su nombre al templo principal de la antigua ciudad de Tenochtitlan, dedicado a Tláloc y Huitzilopochtli.
Centro de la vida religiosa y política de los mexicas, en el corazón de la actual Ciudad de México, contiene asombrosos vestigios del Templo Mayor (dedicado a Tláloc y a Huitzilopochtli), como un altar tzompantli y la Casa de las Águilas. Entre sus tesoros se encuentra el monolito de la diosa Coyolxauhqui.
Sobre la zona
La ciudad de Tenochtitlan fue el centro religioso y político de los mexicas, y su Templo Mayor o Huey Teocalli fue el edificio más importante de esa gran ciudad prehispánica. Allí confluían los cuatro rumbos de la Tierra y el eje de los tres niveles de la vida: el cielo, la tierra y el inframundo.
El Templo Mayor fue ampliado en siete ocasiones; la última versión, la que vieron y destruyeron los españoles, era imponente (unos 45 m de altura sobre una base cuadrangular de unos 400 m por lado). La pirámide tenía dos largas escalinatas que culminaban en la cima, frente a cada uno de los dos templos dedicados a sus principales dioses: el del norte en honor de Tláloc (“néctar de la tierra”), dios de la lluvia y la agricultura, y el del sur para honrar a Huitzilopochtli (“colibrí zurdo”, “guerrero resucitado”), dios de la guerra. Ante cada ampliación los mexicas iniciaban una “guerra florida” contra alguna nación enemiga, para apresar cautivos y sacrificarlos el día de la consagración del templo renovado.
Dos montañas sagradas estaban representadas en el Huey Teocalli: el Cerro de los Mantenimientos o Tonacatépetl, al norte, arsenal del alimento humano, y el Coatépec, Cerro de las Serpientes, al sur, cuna de Huitzilopochtli.
Frente a la gran pirámide se levantaba el adoratorio de base circular de Ehécatl, dios del viento (advocación de Quetzalcóatl), y al costado sur se levantaba el altar Tzompantli, de larga base rectangular, en cuya cima, ensartadas con maderos sostenidos con altas estacas, figuraban las cabezas y calaveras de miles de sacrificados y, al parecer, también de los guerreros muertos en batalla. Frente al Huey Teocalli estaba el Palacio de Axayácatl, residencia de Motecuhzoma Xocoyotzin, que después ocupó el “visitante” recién llegado, Hernán Cortés.
Al Templo confluían las grandes calzadas que comunicaban Tenochtitlan con tierra firme: la de Iztapalapa por el sur, con su afluente a Coyoacán; la de Tacuba (Tlacopan) por el oeste y la del Tepeyac (Tepeyácac) por el norte.
Los mexicas fueron el último de los grupos chichimecas que, después de muchos años de migrar por los territorios del norte de Mesoamérica, se estableció definitivamente en la cuenca de México. Según las fuentes históricas, este grupo decía provenir de una isla llamada Aztlán que se situaba en una laguna, y que partieron de ahí en busca de un mejor lugar donde asentarse por mandato de su dios tutelar Huitzilopochtli.
La ubicación de Aztlán ha sido punto de controversia entre los investigadores del México prehispánico, pues algunos se inclinan a creer que se trata de un lugar mítico que nunca existió y que fue creado por los mexicas para legitimar su pasado. Otros autores han tratado de localizarlo geográficamente en el norte del Altiplano Central.
La fecha de fundación de la ciudad de Tenochtitlan ha sido tema de muchas discusiones, pero la mayoría de los autores coincide en la fecha 2 Calli, que equivale al año cristiano de 1325. Su fundación está acompañada de toda una serie de símbolos y mitos que marcan el lugar que el dios de los mexicas eligió para establecer la ciudad. Sin embargo, la elección de la zona debió tener razones de tipo económico y militar principalmente, pues era un lugar rico en productos lacustres y se podía defender fácilmente.
En 1914, el historiador y arqueólogo Manuel Gamio descubrió la esquina suroeste y parte de una escalinata del Huey Teocalli, y determinó su localización. Más tarde, en 1978, el hallazgo fortuito del monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui dio origen a uno de los proyectos arqueológicos más importantes del siglo XX, el Proyecto Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y un equipo multidisciplinario, quienes trabajaron arduamente, en una primera etapa de 1978 a 1982, en la recuperación de los vestigios del Templo Mayor de Tenochtitlan.
Ante el hallazgo de más de siete mil objetos en esa primera etapa, el 12 de octubre de 1987 abrió sus puertas el Museo del Templo Mayor, obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
El Templo Mayor fue ampliado en siete ocasiones; la última versión, la que vieron y destruyeron los españoles, era imponente (unos 45 m de altura sobre una base cuadrangular de unos 400 m por lado). La pirámide tenía dos largas escalinatas que culminaban en la cima, frente a cada uno de los dos templos dedicados a sus principales dioses: el del norte en honor de Tláloc (“néctar de la tierra”), dios de la lluvia y la agricultura, y el del sur para honrar a Huitzilopochtli (“colibrí zurdo”, “guerrero resucitado”), dios de la guerra. Ante cada ampliación los mexicas iniciaban una “guerra florida” contra alguna nación enemiga, para apresar cautivos y sacrificarlos el día de la consagración del templo renovado.
Dos montañas sagradas estaban representadas en el Huey Teocalli: el Cerro de los Mantenimientos o Tonacatépetl, al norte, arsenal del alimento humano, y el Coatépec, Cerro de las Serpientes, al sur, cuna de Huitzilopochtli.
Frente a la gran pirámide se levantaba el adoratorio de base circular de Ehécatl, dios del viento (advocación de Quetzalcóatl), y al costado sur se levantaba el altar Tzompantli, de larga base rectangular, en cuya cima, ensartadas con maderos sostenidos con altas estacas, figuraban las cabezas y calaveras de miles de sacrificados y, al parecer, también de los guerreros muertos en batalla. Frente al Huey Teocalli estaba el Palacio de Axayácatl, residencia de Motecuhzoma Xocoyotzin, que después ocupó el “visitante” recién llegado, Hernán Cortés.
Al Templo confluían las grandes calzadas que comunicaban Tenochtitlan con tierra firme: la de Iztapalapa por el sur, con su afluente a Coyoacán; la de Tacuba (Tlacopan) por el oeste y la del Tepeyac (Tepeyácac) por el norte.
Los mexicas fueron el último de los grupos chichimecas que, después de muchos años de migrar por los territorios del norte de Mesoamérica, se estableció definitivamente en la cuenca de México. Según las fuentes históricas, este grupo decía provenir de una isla llamada Aztlán que se situaba en una laguna, y que partieron de ahí en busca de un mejor lugar donde asentarse por mandato de su dios tutelar Huitzilopochtli.
La ubicación de Aztlán ha sido punto de controversia entre los investigadores del México prehispánico, pues algunos se inclinan a creer que se trata de un lugar mítico que nunca existió y que fue creado por los mexicas para legitimar su pasado. Otros autores han tratado de localizarlo geográficamente en el norte del Altiplano Central.
La fecha de fundación de la ciudad de Tenochtitlan ha sido tema de muchas discusiones, pero la mayoría de los autores coincide en la fecha 2 Calli, que equivale al año cristiano de 1325. Su fundación está acompañada de toda una serie de símbolos y mitos que marcan el lugar que el dios de los mexicas eligió para establecer la ciudad. Sin embargo, la elección de la zona debió tener razones de tipo económico y militar principalmente, pues era un lugar rico en productos lacustres y se podía defender fácilmente.
En 1914, el historiador y arqueólogo Manuel Gamio descubrió la esquina suroeste y parte de una escalinata del Huey Teocalli, y determinó su localización. Más tarde, en 1978, el hallazgo fortuito del monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui dio origen a uno de los proyectos arqueológicos más importantes del siglo XX, el Proyecto Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y un equipo multidisciplinario, quienes trabajaron arduamente, en una primera etapa de 1978 a 1982, en la recuperación de los vestigios del Templo Mayor de Tenochtitlan.
Ante el hallazgo de más de siete mil objetos en esa primera etapa, el 12 de octubre de 1987 abrió sus puertas el Museo del Templo Mayor, obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.
Mapa
Sabías que...
- En 1790 se encontraron en la Plaza Mayor, ahora conocida como Zócalo de la Ciudad de México, la Coatlicue y la Piedra del Sol o Calendario Azteca.
- En 1792 se editó en México el primer libro de arqueología, Descripción histórica y cronológica de las dos piedras, escrito por Antonio de León y Gama.
- Gracias al obispo Feliciano Marín, Alejandro de Humboldt pudo estudiar la Piedra del Sol, después de lo cual fue nuevamente enterrada.
- En 1877 vio la luz Anales del Museo Nacional, publicación donde se encuentra el artículo “Dedicación del Templo Mayor de México”, de Manuel Orozco Berra, que trata acerca de la lápida de piedra verde esculpida en 1487 para conmemorar el término de una etapa constructiva de un templo mexica.
Un experto opina
El Templo Mayor nos enseña que el pasado es razón de ser del presente y cimiento del futuro.
Carlos Javier González González
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