El Chanal
Lugar que habitan los custodios del agua
Por sus características arquitectónicas únicas, su ubicación espacial, su temporalidad y su extensión territorial, El Chanal es uno de los sitios del periodo Posclásico más importantes del occidente mesoamericano.
Sobre la zona
Este espacio heredado por nuestros ancestros abarca terrenos de los municipios de Villa de Álvarez y Colima; en este último se encuentra la zona abierta al público. Los grupos humanos que habitaron esta zona supieron aprovechar las bondades que presentaba el valle para su subsistencia y lograron apropiarse de todo lo que su medio les ofrecía. De esta manera, construyeron su ciudad en ambas márgenes del río Colima, llegando a tener una extensión reconocida a nivel arqueológico de poco más de 180 hectáreas.
Aun cuando buena parte de los vestigios se encuentran sepultados —en espera de ser estudiados y liberados de su encierro ancestral—, hoy es posible apreciar edificios ceremoniales íntimamente relacionados entre sí: templos, palacios, altares y una cancha para el juego de pelota. Además, alrededor de este complejo religioso hay diversas plataformas habitacionales con sus respectivas escalinatas de acceso. Al centro de cada una de ellas se puede distinguir la formación de una pequeña plaza.
Las casas se hacían con pequeños troncos de madera dispuestos de manera vertical y continua para conformar las paredes, recubiertas con un enjarre de lodo, lo que daba un acabado muy fino a los interiores y exteriores de las viviendas. Para la cubierta se recurría a techos de zacatón o pasto de la región.
En su primer contacto, los conquistadores españoles vieron que el valle estaba habitado en su mayoría por grupos dispersos de habla nahua, razón por la cual se atribuyó esa filiación étnica. Cabe mencionar que, aunque esta aseveración es posible, hasta el momento no se han realizado pruebas de ADN que permitan confirmarla o desecharla.
Con base en los diversos hallazgos y el análisis de los materiales recuperados se ha podido dar cuenta de diversas actividades entre los grupos que habitaron esta área. En lo relativo a la metalurgia, el registro muestra la manufactura de objetos de ornato, como pectorales y cascabeles, así como de herramientas, particularmente agujas (las cuales abundan). Se recuperaron también fragmentos cerámicos con improntas o huellas de metal en su interior, lo que nos indica la fundición de cobre, plata y oro.
Es importante mencionar igualmente la producción alfarera para cubrir desde las necesidades de uso doméstico hasta las de índole religiosa. Muchos de los diseños que presentan las vasijas, tanto en formas como en decoración, son totalmente locales. Sin embargo, existen restos cerámicos que se encuentran íntimamente relacionados con la tradición Aztatlán (basada en diseños decorativos tipo códice) y diseños con fuerte influencia de la cerámica de la tradición Chupícuaro. En cuanto al comercio a larga distancia, destacan los objetos de turquesa y las vasijas tipo Plumbate, que no se producían de manera local.
Aunque no hay mucha información arqueológica en lo que se refiere a la agricultura, las necesidades alimentarias de una ciudad de grandes dimensiones debieron garantizarse con la producción de diversos cultivos, en especial de la milpa (calabaza, maíz y chile). Según algunas fuentes históricas, se piensa que también se cultivó cacao y algodón.
Los pobladores de El Chanal utilizaron la piedra para fabricar elementos decorativos y utensilios cotidianos. En lo que corresponde a la lítica pulida, se encuentran lo mismo objetos utilitarios, como hachas, martillos, pulidores, desfibradores y piedras de molienda (metates y manos de metate), que objetos decorativos y suntuarios, como piedras labradas y unas cuantas esculturas de bulto. La lítica tallada corresponde prácticamente a trabajo de obsidiana, materia prima procedente de Michoacán, con la que se producían navajillas y puntas de proyectil.
En la segunda década del siglo XX, un grupo de entusiastas interesados en el área, comandados por el profesor Miguel Galindo, se dedicaron a registrar de manera empírica los restos materiales antiguos que se hallaban en diversas parcelas del valle de Colima. Con su acción lograron que, en 1939, el recién creado INAH enviara al arqueólogo Roque Ceballos a realizar un diagnóstico del sitio y promover la creación de un museo. A lo largo del tiempo, lo sucedieron los arqueólogos Vladimiro Rosado Ojeda, Isabel Kelly, Nicolás García, María de los Ángeles Olay Barrientos y, a partir de 2008, Andrés Saúl Alcántara Salinas dirige el Proyecto Arqueológico El Chanal.
Aun cuando buena parte de los vestigios se encuentran sepultados —en espera de ser estudiados y liberados de su encierro ancestral—, hoy es posible apreciar edificios ceremoniales íntimamente relacionados entre sí: templos, palacios, altares y una cancha para el juego de pelota. Además, alrededor de este complejo religioso hay diversas plataformas habitacionales con sus respectivas escalinatas de acceso. Al centro de cada una de ellas se puede distinguir la formación de una pequeña plaza.
Las casas se hacían con pequeños troncos de madera dispuestos de manera vertical y continua para conformar las paredes, recubiertas con un enjarre de lodo, lo que daba un acabado muy fino a los interiores y exteriores de las viviendas. Para la cubierta se recurría a techos de zacatón o pasto de la región.
En su primer contacto, los conquistadores españoles vieron que el valle estaba habitado en su mayoría por grupos dispersos de habla nahua, razón por la cual se atribuyó esa filiación étnica. Cabe mencionar que, aunque esta aseveración es posible, hasta el momento no se han realizado pruebas de ADN que permitan confirmarla o desecharla.
Con base en los diversos hallazgos y el análisis de los materiales recuperados se ha podido dar cuenta de diversas actividades entre los grupos que habitaron esta área. En lo relativo a la metalurgia, el registro muestra la manufactura de objetos de ornato, como pectorales y cascabeles, así como de herramientas, particularmente agujas (las cuales abundan). Se recuperaron también fragmentos cerámicos con improntas o huellas de metal en su interior, lo que nos indica la fundición de cobre, plata y oro.
Es importante mencionar igualmente la producción alfarera para cubrir desde las necesidades de uso doméstico hasta las de índole religiosa. Muchos de los diseños que presentan las vasijas, tanto en formas como en decoración, son totalmente locales. Sin embargo, existen restos cerámicos que se encuentran íntimamente relacionados con la tradición Aztatlán (basada en diseños decorativos tipo códice) y diseños con fuerte influencia de la cerámica de la tradición Chupícuaro. En cuanto al comercio a larga distancia, destacan los objetos de turquesa y las vasijas tipo Plumbate, que no se producían de manera local.
Aunque no hay mucha información arqueológica en lo que se refiere a la agricultura, las necesidades alimentarias de una ciudad de grandes dimensiones debieron garantizarse con la producción de diversos cultivos, en especial de la milpa (calabaza, maíz y chile). Según algunas fuentes históricas, se piensa que también se cultivó cacao y algodón.
Los pobladores de El Chanal utilizaron la piedra para fabricar elementos decorativos y utensilios cotidianos. En lo que corresponde a la lítica pulida, se encuentran lo mismo objetos utilitarios, como hachas, martillos, pulidores, desfibradores y piedras de molienda (metates y manos de metate), que objetos decorativos y suntuarios, como piedras labradas y unas cuantas esculturas de bulto. La lítica tallada corresponde prácticamente a trabajo de obsidiana, materia prima procedente de Michoacán, con la que se producían navajillas y puntas de proyectil.
En la segunda década del siglo XX, un grupo de entusiastas interesados en el área, comandados por el profesor Miguel Galindo, se dedicaron a registrar de manera empírica los restos materiales antiguos que se hallaban en diversas parcelas del valle de Colima. Con su acción lograron que, en 1939, el recién creado INAH enviara al arqueólogo Roque Ceballos a realizar un diagnóstico del sitio y promover la creación de un museo. A lo largo del tiempo, lo sucedieron los arqueólogos Vladimiro Rosado Ojeda, Isabel Kelly, Nicolás García, María de los Ángeles Olay Barrientos y, a partir de 2008, Andrés Saúl Alcántara Salinas dirige el Proyecto Arqueológico El Chanal.
Sabías que...
- Los hallazgos registrados dentro del área monumental, así como fuera de ella, marcan un radio de influencia que llegó hasta los actuales estados de Jalisco y Michoacán.
- La extensión actual del sitio es de 85 hectáreas.
- Existen registros de contactos comerciales muy lejos de su área de influencia, tanto al norte como al sur.
Información práctica
Martes a sábado de 9:00 a 14:00 hrs.
$75.00 pesos
Se localiza a 6 km al norte de la ciudad de Colima.
Desde la plaza principal de la ciudad de Colima, tomar el camino El Chanal o prolongación calle Venustiano Carranza hasta el Tercer Anillo Periférico, que conduce al poblado del mismo nombre.
Desde la ciudad de Guadalajara, tomar la carretera a Colima y, en Comala, seguir por la avenida Tercer Anillo Periferico hasta el poblado El Chanal.
Servicios
-
+52 (312) 313 4946
-
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Directorio
Administrador Centro INAH Colima
Juan Enrique Cortes Brizuela
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
+52 (312) 313 4945, ext. 158002