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Culturas del Norte
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Las culturas del Norte

Durante el siglo XV de nuestra era, la frontera norte de Mesoamérica estaba delimitada por el trópico de Cáncer. A partir de ahí y hacia Norteamérica la geografía daba paso a las llamadas culturas del norte, cuya área central era la región del Desierto Chihuahuense, que abarca desde los actuales Zacatecas hasta Nuevo México. Las grandes extensiones de tierra y las condiciones climáticas desérticas propiciaron el desarrollo de sociedades agrícolas en las áreas ribereñas y de sociedades de cazadores-recolectores en las llanuras.

En el siglo XII, la economía de los pueblos sedentarios estaba basada en la agricultura y el comercio. En el área se observan dos tradiciones culturales interactuando: las provenientes de Mesoamérica y el suroeste de lo que hoy es Estados Unidos, por un lado, y los vestigios de los grupos de cazadores-recolectores que pasaron por la región desde tiempos inmemoriales, por otro.

En esta historia, uno de los vestigios sedentarios más importantes es Paquimé, en Chihuahua, designado Patrimonio Cultural de la Humanidad. En este lugar se puede observar la interacción de las tradiciones de los pueblos ancestrales y las mesoamericanas hacia el siglo XII. La arquitectura, las “casas grandes”, el juego de pelota, la agricultura, el mercado, la cerámica y la religión son aspectos culturales que caracterizan ese momento.

Entre los grupos de cazadores-recolectores del norte de México cabe destacar las “Pinturas Gran Mural” de la cueva de San Francisco, en Baja California, también declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. En las magníficas representaciones pictóricas de animales marinos, terrestres y aves, entre otros temas, plasmadas desde hace miles de años, se puede observar la manera de percibir el mundo, la realidad, de las bandas de cazadores y recolectores.

Otro vestigio interesantísimo en la historia del sedentarismo en el norte de México son los “Cerros de Trincheras”. Esta tradición de terracear los cerros para asentarse y formar núcleos de población se originó en lo que actualmente es Arizona hace miles de años y se extendió hacia Chihuahua y Sonora. El sitio arqueológico Cerro de Trincheras, en Sonora, cuya historia se remonta al siglo XII, es un buen ejemplo de esta tradición. Algunas trincheras sirvieron como plataformas para construir ramadas y chozas; la parte superior del cerro se acondicionó para construir una estructura ceremonial llamada El Caracol, así como un juego de pelota y una plaza, donde se concentraba la población durante alguna festividad.

El sitio arqueológico más norteño de Mesoamérica es La Ferrería, en Durango. Hacia el siglo XII, siguiendo la tradición que más muestras ha dejado, se extendió hacia Zacatecas. Es un asentamiento localizado en la margen del río El Tunal, donde se acondicionó una loma que domina un valle muy extenso. En este sitio se pueden observar plataformas revestidas con mampostería para asentar los palacios, juegos de pelota, plazas y terrazas, entre otros vestigios de la tradición cultural mesoamericana.

En Sinaloa está Las Labradas, sitio emplazado en un escenario de playa bellísimo en el Pacífico Norte. En este lugar se encuentra una de las huellas más atractivas del hombre antiguo: un gran número de piedras labradas con petroglifos por las culturas ancestrales en dicho estado. Las olas del mar rompen cada día en estas rocas localizadas a lo largo de una playa de más de un kilómetro de longitud. Las representaciones de petroglifos son diversas: desde antropomorfos como máscaras, hasta representaciones de animales, objetos y otras imágenes abstractas propias de la cultura.

En esta vasta región, hacia el noreste del país, nos encontramos otro sitio de arte rupestre de características únicas: Boca de Potrerillo en el municipio de Mina, Nuevo León. En estos ambientes de desierto existe una huella milenaria del hombre cazador-recolector. Se trata de un paraje de cacería. Los paneles grabados en piedra nos muestran un panorama prehistórico del entorno, con su flora, fauna, gente, actividades cotidianas, deidades e imaginarios.

Se debe mencionar las impresionantes “casas en los acantilados” de la región serrana de Chihuahua. Para el siglo XI, los sitios arqueológicos de Las Cuarenta Casas, Cueva de la Olla, Huapoca, Sírupa y El Embudo, eran ya muestra de los maravillosos escenarios del paisaje natural de barrancas. En esta zona se encuentran enclavados, ya sea en cuevas o en abrigos, los conjuntos de cuartos hechos a base de barro y madera, agregados uno enseguida del otro, de hasta dos y tres pisos de altura y comunicados entre sí por sus características puertas en “T”, conservados íntegramente gracias a su olvido e inaccesibilidad.

 
Dr. Eduardo Pío Gamboa Carrera
Profesor de investigación científica INAH
 

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