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Los mexicas en el contexto de las culturas del centro de México

Migrando desde la Mesoamérica septentrional, los mexicas y otros pueblos hablantes de náhuatl llegaron al centro de México en el siglo XIII d.C. Encontraron a su ingreso numerosas sociedades que, pese a sus diferencias étnicas, lingüísticas y políticas, vivían inmersas en una historia común, teñida intensamente por el comercio, la guerra y la religión. Su destino final fue la cuenca de México, región de unos siete mil metros cuadrados de superficie, caracterizada por la existencia de cinco grandes lagos y con tres componentes sociopolíticos básicos: Azcapotzalco fungía como capital de los tepanecas, asentados en la franja occidental; Texcoco era el centro de los acolhua-chichimecas, cuyo territorio nuclear ocupaba la franja oriental, y Colhuacan dominaba los señoríos pertenecientes al grupo étnico de los colhuas, el cual incluía a los pueblos sureños de Xochimilco y Cuitláhuac.

En este complejo panorama, los mexicas no tuvieron más remedio que fundar su capital, llamada Mexico-Tenochtitlan, en un islote exiguo e inhóspito del lago de Texcoco. Debido a que el islote se encontraba en territorio tepaneca, los mexicas se convirtieron en tributarios de Azcapotzalco a partir de 1325. Pero las cosas cambiarían un siglo después, en 1430, año en que los mexicas vencieron militarmente a sus amos y organizaron la última Excan Tlatoloyan o Triple Alianza. Ésta fue integrada por la propia Tenochtitlan, además de Texcoco y Tlacopan. La Excan Tlatoloyan fue una organización supraestatal, a gran escala e inscrita en un contexto de guerra endémica. Tenía como función principal dirimir contiendas entre las distintas entidades políticas que caían bajo su jurisdicción, pero también se atribuía la de vigilar la seguridad de su dominio e incorporar a los estados que eran renuentes a formar parte de la coalición. Con este pretexto, sus tres capitales encabezaron un proceso de expansión militar encaminado a controlar primero la cuenca lacustre y luego un extenso territorio circundante.

Al oeste de la cuenca de México, en los valles de Toluca e Ixtlahuaca, otros grupos chichimecas habían logrado gran importancia económica, cultural y política. Estos grupos constituían un interesante mosaico lingüístico, sobre todo de lenguas otomianas (otomí, mazahua, matlatzinca y ocuilteca) y náhuatl. Cuando los mexicas iniciaron la etapa de expansión, la Triple Alianza pudo conquistar a estos vecinos occidentales, que para aquel entonces estaban sumamente divididos. Al este, en el valle de Puebla-Tlaxcala, los chichimecas también habían desarrollado centros de poder muy importantes. Entre ellos destacan Tlaxcala, Cholula, Huexotzinco y Tliliuhquitépec, ciudades que se coaligaron para resistir las permanentes hostilidades de la Excan Tlatoloyan, logrando así mantener la independencia de la región. Al sur, en la tierra caliente del valle de Morelos, había pueblos chichimecas de habla náhuatl, sobre todo grupos xochimilcas y tlahuicas. El algodón producido por ellos fue ambicionado por los mexicas desde tiempos muy tempranos. Esto los impulsó a entablar una larguísima guerra contra la ciudad de Cuauhnáhuac, la cual fue vencida por las armas. En este rápido proceso, fueron anexionadas entidades políticas de muy diversas etnias y niveles de desarrollo. A la postre, las fronteras imperiales de la Triple Alianza llegarían de las costas del Golfo de México a las del Pacífico, y del imperio tarasco hasta la actual frontera entre México con Guatemala.

El propósito central del expansionismo hegemónico de la Excan Tlatoloyan no era el dominio territorial, sino el beneficio tributario. Se perseguían también el acceso privilegiado a ciertos recursos naturales, la reorganización del comercio y el control de mercados importantes. En la mayor parte de los casos, las ciudades conquistadas entregaban tributo, quedando además obligadas a permitir el libre paso de los comerciantes protegidos por la alianza, y a auxiliar a los ejércitos de los conquistadores con tropas y vituallas. Sin embargo, mantenían sus regímenes jurídicos y políticos propios, así como a sus divinidades. Aun así, vivían en las condiciones onerosas e inseguras que genera toda institucionalización de la violencia. Sólo en casos de oposición extrema, la Triple Alianza podía imponer, además del tributo, a un gobernador, o bien arrasar la población rebelde y ocupar su territorio con colonos. En ocasiones, los pueblos tributarios no sólo entregaban los bienes producidos localmente, sino que debían pagar su deuda con bienes que adquirían a través del intercambio con sus vecinos. En esta forma, las capitales de la alianza obtenían recursos de regiones situadas más allá de sus fronteras.

En los albores del siglo XVI, la Excan Tlatoloyan alcanzó su máxima expansión, pero de manera precaria. La situación política se tornó muy inestable, además de que los pueblos sojuzgados estaban cada vez más descontentos. Muchos de ellos reconocieron en la llegada de los españoles una coyuntura inigualable para recuperar su libertad y se sumaron a ellos facilitando el proceso de conquista. Obviamente, el resultado final no correspondió con sus esperanzas.
 
Dr. Leonardo López Luján
Proyecto Templo Mayor INAH 
 

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