Lo olmeca
“Olmeca” es una palabra náhuatl que se refiere a diversos grupos étnicos y lingüísticos que habitan la planicie costera del Golfo de México, famosa en tiempos prehispánicos por su producción de hule. Por otra parte, desde principios del siglo XX esta misma palabra comenzó a ser utilizada por los especialistas para referirse a los vestigios arqueológicos que se concentran en la parte sur de esta planicie, y que se reconocen por un estilo particular de escultura —son de tamaño monumental, aunque también hay de pequeño formato— que data de 1700 a 300 a.C.
En los actuales estados de Tabasco y Veracruz se encuentran varias docenas de asentamientos prehispánicos que se consideran olmecas por la presencia de esculturas de piedra ejecutadas en dicho estilo, entre los que destacan La Venta, San Lorenzo y Tres Zapotes. Sin embargo, en Morelos, Guerrero, Chiapas y la costa guatemalteca del Pacífico existen igualmente sitios con escultura olmeca. Objetos pequeños de estilo olmeca, tales como figurillas labradas —usualmente en piedra verde—, se han localizado en lugares tan distantes como Costa Rica, las tierras bajas mayas y el altiplano central de México.
Aparte de la enorme extensión geográfica donde se han descubierto este tipo de objetos, uno de los impresionantes logros de los olmecas es la creación de asentamientos con arquitectura monumental planificada, asociada a áreas habitacionales dentro de los espacios urbanos y a su alrededor. Otras de sus características son la incorporación de centros ceremoniales dentro de la urbe y el uso de la escultura colosal, como una especie de comunicación visual ideológica a gran escala, tal como se aprecia claramente en La Venta, Tabasco.
Es de admirar, también, el trabajo que implicaba trasladar la materia prima —basalto, andesita, esquisto y areniscas, entre otras piedras— desde distancia mayores a 100 kilómetros, cuyo peso rebasaba en ocasiones las 30 toneladas, así como el labrado con tecnología que se limitaba a instrumentos líticos. Otros materiales, como la obsidiana, se importaban desde yacimientos en Guatemala y el centro de México; el jade procedía del valle del río Motagua en Guatemala, y toneladas de serpentina (piedra de color verdoso) se importaban desde Oaxaca.
Por otro lado, el rico medio del trópico húmedo hizo posible que prosperara la agricultura, con hasta tres cosechas al año en algunos casos, lo mismo que la explotación de los abundantes recursos naturales acuáticos y de tierra firme. Esto fue fundamental para soportar la creciente población permanente que formaba las diferentes sociedades. Lo anterior permitió una organización social, política y económica compleja compuesta por sociedades jerarquizadas, en las que necesariamente había dirigentes, pero también múltiples especialistas, junto con una gran población que proporcionaba la mano de obra para las necesidades de la sociedad.
Contrario a lo que se maneja en la literatura tradicional, no existe evidencia de una escritura olmeca, ya que los vestigios más tempranos, al igual que los de un calendario, se han identificado en la región maya. Lejos de ser una “cultura madre”, en el primer milenio antes de nuestra era los habitantes de la costa del Golfo tuvieron comunicación con múltiples regiones de la América Media. De la misma forma en que otras sociedades adoptaron y adaptaron prácticas culturales olmecas, los olmecas hicieron lo propio al crear un conjunto de rasgos culturales que más de 2,500 años después continúan asombrándonos.