Esta obra refleja una de las temáticas más recurrentes en el muralismo mexicano: la clase trabajadora inmersa en la vertiginosa industrialización. En ella aparecen cinco obreros rodeados de pistones y engranes metálicos que evocan la gran tensión y fuerza de la aplastante industria. Sólo uno de ellos está de frente; del resto sólo se ven las espaldas, brazos y manos empuñadas con las que se resisten, lo que hace pensar que hombres y máquina se funden en una atmósfera densa.
Originaria de Brooklyn, Nueva York, Grace Greenwood llegó a México entre los años 1933 y 1936. Su hermana menor, Marion, fue la primera mujer en desarrollar obra mural en nuestro país. El arribo de Grace coincidió con un momento difícil, plagado de reformas políticas y sociales que favorecían al sector burgués y descobijaban a las clases bajas; el sistema capitalista iba en aumento y se veía reflejado en la pronta industrialización vivida por el país México. En este contexto, la lucha de poder y de intereses políticos hizo posible la aparición de una educación socialista, producida como un medio de movilización popular.
La primera pintura mural significó entonces un vehículo de educación al alcance de las clases bajas; en los murales se representaban diversos temas con el objetivo de enaltecer el pasado prehispánico y dignificar a las clases trabajadoras. Se trataba de un sistema propagandístico de gran alcance entre la población mexicana.
El trabajo realizado por Greenwood en el museo Regional de Michoacano fue concluido en menos de un mes; más tarde trabajaría junto a su hermana en un mural del mercado Abelardo L. Rodríguez del centro de la ciudad de México, el cual sería su último proyecto en nuestro país.