La representación del Divino Rostro de Cristo con tres caras en una sola cabeza tiene sus antecedentes en los templarios, quienes llamaban bafomet a esa imagen, que desde su aparición fue prohibida por asemejarse a ciertas deidades paganas. La devoción al rostro de Cristo tiene su auge durante la Edad Media, y se apoya en la narración apócrifa de la Verónica que enjuga el rostro de Cristo durante el camino al Calvario.
En este lienzo se une la tradición del paño de la Verónica al dogma de la Santísima Trinidad, cuya representación trifacial -a pesar de su prohibición- llegó hasta nuestros días por razones desconocidas.