Aunque no existe una iconografía definida para esta imagen, desde el Renacimiento se le dio el nombre de Madona a las representaciones de la Virgen con el Niño, en la que ambos personajes evocan la ternura y el amor maternal; en ocasiones también se le da el nombre de Virgen de la Providencia. En el caso de esta pintura los frutos que aparecen hacen alusión a la redención y salvación: la manzana que sostiene Jesús con su mano alude a Cristo como el nuevo Adán (1) que redimirá al género humano del pecado original; la cereza alude a las delicias de los bienaventurados. (2)
La obra se ve enriquecida por una galería decorada con perlas y un cortinaje que se entreabre para enmarcar las figuras.
(1) George Ferguson, Signos y símbolos en el arte cristiano, pp. 37-38.
(2) Ibídem, p. 31.