La imagen del pastor como símbolo cristiano se remonta a la época del paleocristianismo, y se encuentra ya utilizada a las catacumbas. Aunque su uso fue de origen popular, la Iglesia aceptó el paralelismo de Cristo como buen pastor y el de su Madre como pastora que vela e intercede por el género humano, representado por las ovejas, a las cuales cuidan contra el demonio y el pecado.
En 1703, bajo el vestido y aspecto de una pastora, la celestial Señora se le apareció al capuchino Isidoro de Sevilla y le pidió que se le honrara bajo esta imagen. Erigida en patrona de los misioneros capuchinos de Cataluña, este nuevo tipo iconográfico de la Divina Pastora, se extendió pronto por todas las regiones españolas y sus posesiones en América.
Miguel Cabrera reprodujo esta imagen tan difundida en su época en la que María como pastora apacienta a su rebaño, compuesto por ovejas que llevan en la boca una rosa, símbolo de amor a la Virgen. En su segundo plano se observa la lucha de san Miguel con el demonio para salvar una oveja descarriada.
La obra proviene del antiguo acervo del Museo de Arte Religioso y se integró a las colecciones del Museo Nacional del Virreinato en el año de 1964.
Este cuadro es pareja de la obra titulada El Divino Pastor con número de inventario 10-241480.