Después de que santa Mónica había logrado la conversión de su hijo Agustín y de que éste había sido bautizado por san Ambrosio, decidió retornar a Tagaste, en África. En el camino, se detuvieron en el puerto de Ostia para descansar, pero Mónica cayó enferma. Después de un desmayo dijo a sus hijos Agustín y Navigio que sabía que moriría y que no le importaba donde fuera enterrada, ya que en ningún lugar estaría lejos de Dios. Murió a los cincuenta y seis años de edad, después de nueve días de enfermedad. (1)
En esta obra, vemos a santa Mónica recostada en su lecho mortuorio con un crucifijo entre sus manos, y vestida con hábito monjil, acompañada por tres monjas. En la parte superior del lienzo, aparece representado un rompimiento de Gloria en cuyo centro aparece la paloma del Espíritu Santo y los ángeles.
Este lienzo forma parte de una serie de la vida de esta santa con los números de inventario 10-12435, 10-12436 y 10-12438.
(1) Juan Croisset, Año cristiano, t. III, pp. 93-95.