Esta obra representa a Jesucristo antes de recibir la lanzada en el pecho con el sol y la luna a punto de completar el eclipse. En un segundo plano se presenta la ciudad amurallada de Jerusalén.
Según las instrucciones del tratadista Francisco Pacheco, la escena de la crucifixión se debía representar con una cruz en la que: "...las cuatro extremidades o puntas de la cruz del Señor, parece, significan que Jesucristo limpió y redimió con su cruz el orbe entero por todas cuatro partes en que terminan, liberando así espiritualmente el género humano”. (1) Además debe observarse que Cristo fue sujeto con cuatro clavos, a la manera de las representaciones medievales.
(1) Francisco Pacheco, Tratado de la pintura, t. ll, pp. 128-130.