Los evangelios apócrifos nos dicen: "Salió, pues, Jesús del Pretorio, acompañado de los dos malhechores. Y, en llegando al lugar convenido, despojaron de sus vestiduras, le ciñeron un lienzo y le pusieron alrededor de las sienes una corona de espinas". (1)

La décima estación del Vía Crucis es una meditación sobre el despojo de las vestiduras de Cristo que dejan sus llagas y heridas a la vista de todo el pueblo durante la crucifixión.

"Era ya la hora sexta, que corresponde a la de mediodía y los ministros de justicia, para crucificar desnudo al Salvador, le despojaron de la túnica inconsútil y vestiduras. Y como la túnica era cerrada y larga, desnudárosle, para sacarle por la cabeza sin quitarle la corona de espinas, y con la violencia que hicieron arrancaron la corona con la misma túnica con desmedida crueldad porque le rasgaron de nuevo las heridas de su sagrada cabeza, y en algunas se quedaron las puntas de las espinas... Renovaron junto con esto las de todo su cuerpo santísimo, porque en ellas estaba ya pegada la túnica..." (2)

Basada en esta descripción, aunque no lleva la corona de espinas, vemos el momento en que los soldados despojan de su túnica a Cristo; su cuerpo lacerado muestra las heridas sangrantes.

(1) Aurelio de los Santos Otero, Los evangelios apócrifos, "Apócrifos de la pasión y resurrección", p. 421.

(2) Sor María de Jesús de Ágreda, Mística ciudad de Dios..., pp. 1025-1026.