Con el surgimiento de la Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos en la Nueva España, a finales del siglo XVIII, se introducen modelos pictóricos europeos que influyen en la producción artística. Así es como se generaliza el género del paisaje, el cual, durante la época anterior al surgimiento de la Academia, había sido idealizado, esquematizado y utilizado exclusivamente como fondo en otras escenas, convirtiéndose en un elemento secundario y sin importancia.
En esta obra se observa un cambio en la concepción del uso de la paleta y la luminosidad de los elementos que componen la obra, así como la búsqueda de un realismo en la representación, tanto de cielos como de agua de río. Aunque aparecen dos personajes dentro de la escena, éstos son secundarios en relación con el manejo realista del conjunto.