Sor María Josefa Agustina Dolores, hija de don Sebastián Arozqueta y doña Ana María de la Campa Cos, profesó como religiosa capuchina el 28 de enero de 1759, a los 18 años de edad.
Las primeras seis capuchinas llegaron a México de España en 1665 y fundaron su convento con el nombre de San Felipe de Jesús, según condición puesta por doña Isabel Barrera, viuda del capitán don Simón de Haro, cuando donó su residencia y diez mil pesos para esta obra. La regla de las capuchinas era de pobreza absoluta; a pesar de una vida religiosa tan austera, tuvieron muchas vocaciones: en 1704 fundaron el convento de Santa Ana en Puebla, en 1721 San José de la Gracia en Querétaro , en 1756 San José en Lagos, Jalisco, en 1761 la Purísima y San Ignacio de Guadalajara, y en 1798 Nuestra Señora de Guadalupe en la Villa que lleva su nombre.
Conforme a la austeridad de esta orden, en los retratos de estas religiosas se observa su gran sencillez en el atuendo, así como lo burdo de las telas de los hábitos. Por lo regular tiene la mirada baja y las manos en las bocamangas, para expresar el recogimiento y la pobreza capuchina.
En esta obra del prolífico pintor Miguel Cabrera, se observa la imagen de cuerpo entero de la religiosa capuchina María Josefa Agustina Dolores. Lleva velo negro, lo que la identifica como monja profesa, y ceñido a la cintura, un cordón que cae al frente con tres nudos, del que cuelga un pequeño rosario. El cordón recuerda el de san Francisco, ya que la orden capuchina es una rama femenina que sigue al santo de Asís. Sobre una mesa aparece un libro cerrado que alude a la vida de oración de toda religiosa.
Josefina Muriel, Conventos de monjas en la Nueva España, pp. 199-212.