En la parte central de la composición aparece la figura de san Ignacio recostado sobre unas andas cargadas por seis personajes que visten sotana y sobrepelliz; cada uno lleva en las manos su bonete. El cortejo está precedido por cinco clérigos, con una cruz y dos portaciriales. El grupo que los sigue, formado por novicios y otros eclesiásticos, lleva velas y libros. En la parte superior izquierda se aprecia un rompimiento de gloria con querubines. Al centro del óleo se observa una mujer que toca las ropas del santo.
Esta escena nos remite a la muerte de san Ignacio de Loyola y sus funerales. El pintor aprovechó este lienzo para plasmar en él varios simbolismos. Es posible que la mujer que toca los vestidos del santo sea Juana Clara de Manresa, quien sufría de los ojos y quedó curada cuando el médico le aplicó una reliquia de San Ignacio que consistía en un pedazo de tela y un fragmento de hueso. Las andas las cargan jesuitas que vivieron en la Nueva España y que no es posible que hayan asistido a los funerales de san Ignacio, como el padre Pedro Reales.
Este cuadro cuenta con el no. 28 como el que le fue asignado en la serie de la que forma parte. Perteneció originalmente a la Casa Profesa de México y pasó después a formar parte de la colección de los P.P. del oratorio de San Felipe Neri, quienes la cedieron a la Compañía de Jesús. Los jesuitas la donaron el 12 de agosto de 1970 al Museo Nacional del Virreinato.
Pablo Dudon, San Ignacio de Loyola, p. 507.