En esta obra se aprecia, a la izquierda de la composición, a san Ignacio de Loyola a la entrada de una cueva; viste sayal y está de rodillas ante una roca sobre la que se encuentran un tintero y unos pliegos blancos donde escribe con una pluma de ave; al fondo se observa la panorámica de una ciudad, a la derecha de la pintura aparece la Virgen con el Niño, en un trono de nubes, rodeada por ángeles y querubines, siete de ellos forman un círculo y 12 estrellas se localizan sobre la cabeza de la Virgen, esta última viste túnica roja y manto azul, mientras que el Niño presenta una túnica transparente con orla de encaje blanco. Esta escena nos remite a la historia de la vida de san Ignacio de Loyola cuando escribió los Ejercicios espirituales. En su autobiografía, él mismo aclara que no los hizo de una sola vez, sino que puso por escrito aquellas cosas que observó en su alma en diversos momentos de su vida y consideró que podrían servirle a otros, varios de estos ejercicios surgieron cuando se encontraba convaleciente en Loyola.
En la pintura en cuestión encontramos a Iñigo vestido de eremita frente a una aparición de la Virgen; independientemente de que san Ignacio en su autobiografía no haga alusión a la influencia de la Virgen en la redacción de los Ejercicios espirituales, la tradición jesuita cuenta que fue ella la que se los dictó. En el ángulo inferior izquierdo de la obra se encuentran restos de una inscripción perdida casi en su totalidad.
Este cuadro forma parte de una serie que perteneció originalmente a la Casa Profesa de México; pasó después a formar parte de la colección de los P.P. del oratorio de San Felipe Neri, quienes la cedieron a la Compañía de Jesús. Los jesuitas la donaron el 12 de agosto de 1970 al Museo Nacional del Virreinato.
"Autobiografía de san Ignacio", en Obras completas de san Ignacio de Loyola, p. 157.