Pieza
San Mateo Evangelista
Anónimo
Siglo XVIII
Óleo sobre tela


Alto: 274 cm
Ancho: 208.5 cm

San Mateo Evangelista
INAH-Museo Nacional del Virreinato

En esta obra se encuentra, al centro de la composición, la figura de un hombre barbado maduro, sentado sobre nubes, en actitud de leer un libro que sostiene abierto con la mano izquierda, y de escribir en él con la pluma de ganso que porta en la mano derecha. Detrás de este personaje se encuentra la figura de un hombre alado que señala algo en el libro. El libro y la pluma de ganso que sostiene el personaje nos permiten identificarlo como uno de los evangelistas, y el hombre alado nos habla de san Mateo, ya que éste es el tetramorfo que lo identifica. Mateo fue uno de los apóstoles de Jesús y uno de los cuatro evangelistas. Antes de convertirse en apóstol fue recaudador de impuestos. En su evangelio, el primero en orden cronológico, aborda el tema del recto uso del dinero. Sin embargo, fue Judas, y no Mateo, el encargado de manejar los fondos de la pequeña comunidad apostólica. Mateo dejó el dinero para seguir al Maestro, mientras Judas los traicionó por 30 monedas. Cuando los otros evangelistas -Marcos y Lucas- hablan del cobrador de impuestos llamado al seguimiento de Cristo, hablan de Leví; Mateo, en cambio, prefiere llamarse con el nombre más conocido de Mateo, y usa el apelativo de publicano "para demostrar a los lectores", observa san Jerónimo, "que nadie debe perder las esperanzas de la salvación, si se convierte a una vida mejor". Los evangelios recuerdan a Mateo una sola vez, cuando cuentan cómo eligió Jesús a sus apóstoles. De las obras de san Mateo, conocemos las páginas de su Evangelio, dirigido particularmente a los hebreos y caracterizado por los cinco discursos sobre el Reino de Dios. Probablemente lo escribió antes de la destrucción de Jerusalén, en el año 70.

Esta pintura ocupaba una de las pechinas de la cúpula del templo de San Francisco Javier de Tepotzotlán. Fue removida en 1994 para su restauración y actualmente se exhibe en el antecoro del mismo templo.

Mario Sgarbossa y Luis Giovanninni, Un santo para cada día, pp. 362-363.

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