Esta obra representa la segunda escena del milagro de la Virgen de la Luz y está basada con la tradición que narra: "La ejecución de esta imagen no fue cosa fácil. La Virgen no aprobó el primer lienzo que ejecutó el pintor, y para fantasías el artista de especies congruentes al original. Esta segunda vez el retrato resultó tan del agrado de Dios y de María, que para su guarda se destinaron cuatro serafines..." (1)

En esta obra el pintor incluyó a la devota mujer a quien se le apareció la Virgen la cual da indicaciones al pintor. La Virgen aparece en un rompimiento de Gloria en el extremo superior derecho del lienzo. Es interesante notar los elementos utilizados por el maestro que ejecuta la obra, como son el caballete, la paleta, el pincel y el tiento, así como la tela con el boceto preparada con almagre, tal como se usó en la pintura colonial mexicana. 

Esta obra perteneció al acervo del Colegio Jesuita de Tepotzotlán.

(1) Manuel Trens, María, Iconografía de la Virgen en el arte español, p. 350.