La escena plasmada en este lienzo se encuentra inspirada en la narración que dice: "Aquella sierva de Dios, estando una mañana en cierta Iglesia de Palermo, dando gracias después de la comunión, vio venir hacia sí a la Virgen, más resplandeciente que el sol y rodeada de ángeles. La Señora le expresó cuanto le agradaba el deseo de aquel religioso, -misionero Jesuita que deseaba llevar consigo una imagen de la Virgen- y en prueba de ello venía en la forma y disposición con que quería saliera la imagen protectora de sus misiones. Y así le encargó que la mirase con atención y observase bien el traje en que venía. Y, al decir esto le hizo advertir en el alma que sacaba con su diestra de la boca del abismo, esto es del pecado. También le aprobó el pensamiento del religioso que deseaba se pintasen los corazones de los fieles en el lienzo mismo de la Virgen. Y para que todo saliese con acierto, le mostró a un ángel, que con un azafate lleno de corazones se los iba ofreciendo a su Dulcísimo Jesús, uno a uno. Fue también voluntad de la Virgen la de ser invocada con el nombre de Madre Santísima de la Luz". (1)
El pintor de esta obra plasmó el momento mismo de la aparición de la Virgen a la piadosa mujer de edad; lleva un libro y un rosario en la mano izquierda. María aparece tal y como se le describe en la narración, en un rompimiento de Gloria.
Esta obra procede del acervo original del ex Colegio Jesuita de Tepotzotlán.
(1) Manuel Trens, María, iconografía de la Virgen en el arte español, pp. 349-350.