La imagen de la Virgen de la Luz tiene sus antecedentes iconográficos en la Virgen del Socorro, la cual fue empleada con otros detalles de petición del sacerdote José María Genovese, de la Compañía de Jesús, según asienta Manuel Trens: "... un misionero de la compañía de Jesús, pensaba a sus solas llevar alguna imagen devota de la Virgen, pintada en lienzo, con cuya visión se enfervorizaran los fieles y se movieran a penitencia. Comunicó su pensamiento a una gran sierva de Dios, encargándole que suplicara a María Santísima le inspirase la traza y forma de la imagen que más le agradaba para el fin de las misiones, que no es otro que el de la conversación de las almas." (1)
La Virgen se apareció a la piadosa mujer y le pidió que fuera representada con túnica blanca, manto azul, de pie sobre las cabezas de unos ángeles con su mano derecha salvando un alma del pecado, mientras que un ángel ofrece un canasto de corazones a Jesús, quien es sostenido por su Madre; además pidió ser invocada con el nombre de Madre Santísima de la Luz.
Miguel Cabrera, apegándose al modelo de esta devoción mariana, representó a la Virgen con todos los detalles, sin faltar la corona que es sostenida por dos angelillos sobre la cabeza de la Virgen: La boca del averno o del pecado es representada como un monstruo de color oscuro. Otra de las constantes es la filacteria con la leyenda La Madre Santísima de la Luz.
Resulta interesante recordar que la imagen original fue traída a la Nueva España en 1732 y que por una "rifa milagrosa" se escogió como residencia la actual ciudad de León, en Guanajuato. (2)
(1) Manuel Trens, María, iconografía de la Virgen en el arte español, p. 349
(2) Consuelo Maquívar, Los retablos de Tepotzotlán, p. 83.