Blandina era una esclava romana que se unió en el año 167 a la Iglesia de Lyon, fundada por San Potino. Marco Aurelio desató una terrible persecución contra los cristianos y en una oleada de detenciones fue aprendida Blandina junto con Sanctus, Maturo, Alcibiades, Bibliana y la patrona de Blandina que también se había convertido al cristianismo.
En un juicio público en foro fueron condenados a azotes, potro, tenazas, parrilla, braceros encendidos y finalmente a muerte.
El día señalado para su muerte fueron llevados al anfiteatro. A Sanctus, Maturo y Blandina se les introdujo a la arena a latigazos: Blandina fue atada a una cruz y soltaron unas bestias para que la atacaran, pero éstas no se le acercaron.
Se preparó a Blandina un nuevo tormento a efectuarse el día de las fiestas de Lyon. Envuelta en una red fue expuesta a la fiereza de un toro que la corno y pisoteó, como permaneciera viva la inmolaron y, después de muerta, la ataron a un poste y la quemaron. (1)
En esta obra se reproducen dos momentos del martirio de la santa. En primer plano observamos a Blandina hincada al centro de un corral hecho de maderas, respetada por las fieras y a su espalda el toro que, según la leyenda fue parte de sus torturas. En segundo plano se representa el momento en que la mártir, atada a un poste, es quemada. Sin tomar el origen romano de la santa ni su condición de esclava, el pintor la representó vestida con ricos brocados, encajes y sedas, a la manera de las damas europeas del siglo XVII.
(1) Alban Butler, Vidas de santos, pp. 438-442, Junio 2.