Bárbara fue encerrada por Dióscoro, su cruel y celoso padre, en una torre para ocultarla de los hombres. Durante su reclusión creció su amor a Dios y decidió dedicarse a la oración y guardar perpetuamente su virginidad. La tradición cuenta que la torre tenía tres ventanas que aluden a la Santísima Trinidad y que cada día una paloma le llevaba la sagrada comunión. Al no acceder a la seducción de un romano, Bárbara fue sometida a una serie de tormentos que finalizaron con su decapitación. (1)
En esta obra la santa va ataviada como rica dama de la época, tocada con corona y malla de perlas. Con su mano izquierda sostiene una custodia que recuerda a su amor a la Eucaristía, mientras que con la derecha porta la palma del martirio.
A sus pies aparece una jovencita de rodillas, con atuendo también de la época y que posiblemente es el retrato de la donante de la obra.
(1) Juan Ferrando Roig, Iconografía de los santos, fig. 56.