La obra representa tres escenas, la principal o central se encuentra inspirada en el pasaje de la vida de san Ignacio que narra: "...Estando en el mayor ardor de su fervorosa oración, allí fue como trocado su corazón, y los ojos de su alma fueron con una resplandeciente luz tan esclarecidos, que claramente vio como Dios Padre volviéndose a su Unigénito Hijo, que traía la cruz a cuestas, con grandísimo y entrañable amor le encomendaba a él y a sus compañeros, y los entregaba en su poderosa diestra, para que en ella tuviesen todo su patrocinio y amparo. Y habiéndolos el benignísimo Jesús acogido, se volvió a Ignacio así como estaba con la cruz, y con un blando y amoroso semblante le dice: Ego vobis Romae propitius ero. Yo os seré en Roma propicio y favorable." (1)
La escena que se ve a través de la ventana a espaldas del santo, alude a la entrada que hizo Ignacio en la ciudad de Roma en compañía de los padres Lainez y Fabro; por lo cual los dos personajes llevan báculo de peregrino y sombrero y al fondo se ven los edificios de la urbe.
La escena del extremo izquierdo está representada en dos tiempos. En menor tamaño el momento en que san Ignacio -quien está de pie- vio subir al cielo el ánima del padre Hoces. En mayor tamaño se representó el paraje que lo describe, cuando oyendo misa, vuelve a ver al padre Hoces en la Gloria. Están inspirados en el texto que dice: "...el Padre Ignacio vio un ánima rodeada y vestida de resplandeciente luz entrar en el cielo, y conoció que era el alma de Hoces, su compañero. Y después, estando en misa, al tiempo de decir la confesión general que se dice al principio de la misa, llegando a aquellas palabras: Et ómnibus sanctis, y a todos los santos, vio puesto delante de sus ojos un gran número de santos con resplandor de gloria; entre los cuales estaba Hoces, más resplandeciente y esclarecido de gloria que los otros..." (2)
(1) Pedro de Ribadeneyra, Vida de san Ignacio de Loyola, p. 128.
(2) Ibídem, pp. 132-133.