Pieza
Cristo crucificado
de Mora, José
Siglo XVIII
Óleo sobre tela


Alto: 209.8 cm
Ancho: 146.3 cm

Cristo crucificado
INAH-Museo Nacional del Virreinato

La representación de Cristo crucificado, envuelto en una oscuridad, en la que su cuerpo iluminado por su propia luz destaca y sobrecoge al espectador, está tomada de los evangelios que narran: "Y desde la hora sexta fueron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona" (Mateo XXVII, 45).

La costumbre de pintar a Cristo crucificado tiene su origen en el primer siglo de la era cristiana, ya que Jonas Aurelianensis escribió entre 840 y 844 un texto llamado De Cultu Imaginum, en el que asentaba que "para que nosotros recordemos la pasión del Señor, debemos reproducirla en oro, plata o al menos en pinturas, que sean decoradas en varios colores". (1) Posteriormente, en la primera mitad del siglo XII, se inició en Italia el auge por la representación pictórica de esta escena. Basadas quizá en la devoción que san Bernardo de Claraval (1090-1153) inició meditando en los diversos momentos de la pasión. San Francisco de Asís fue, sin duda, el que más influyó en la divulgación de la imagen crucificada, ya que él mismo se vio estigmatizado con las cinco llagas de Jesucristo.

Esta obra de José de Mora es una copia del cuadro pintado por Sebastián López de Arteaga que se conserva en la Pinacoteca Virreinal de san Diego de esta ciudad, o bien Mora lo tomó del mismo grabado que su antecesor. Proviene del Museo de Arte Religioso. Ingresó a este museo en 1970.

(1) Gertrud Scheller, Iconography of Christian Art, p. 140.

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