La obra representa el suplicio de uno de los primeros mártires del Japón, entre los que se encontraban misioneros franciscanos y jesuitas, Santiago Kisai. Como narra Alban Butler, (1) era hermano coadjutor de la Compañía de Jesús y fue condenado a muerte el 5 de febrero de 1597, en cumplimiento del decreto emitido por el gobernador Hideyoshi. (2) "Después de haberles cortado parte de la oreja izquierda, con las mejillas manchadas de sangre, veinticuatro de los mártires de sangre, veinticuatro de los mártires fueron llevados a través de varias poblaciones... al llegar al sitio de la ejecución cerca de Nagasaki... los sujetaron a las cruces con cuerdas y cadenas en los brazos y piernas; con una argolla de hierro alrededor de sus gargantas... Junto a cada mártir había un verdugo presto a atravesarle el costado con una lanza, de acuerdo con el método de crucifixión japonés". (3)
El santo es representado en esta pintura después de las lanzadas, ya que de sus costados brota la sangre. Un ángel lo corona con rosas como símbolo de la victoria y de la alegría del cielo al recibir su alma. (4)
La obra forma parte de la decoración original del templo de San Francisco Javier en Tepotzotlán. Hace juego con la pintura de san Juan Goto.
(1) Alban Butler, Vidas de los santos, t. III, p. 267.
(2) Ibídem.
(3) Ibídem.
(4) George Ferguson, Signos y símbolos en el arte cristiano, p. 42.