Según la biografía escrita por Ribadeneira sobre la vida de san Ignacio, después de haber sido herido en Pamplona, los franceses cuidaron de Ignacio y estando mejor fue enviado a su casa, siendo trasladado en una litera llevada en hombros; pero al llegar a su destino sus heridas empeoraron, teniéndose que someter a otra cirugía. Al respecto dicho autor narra: "Crecía el mal más cada día y pasaba tan adelante que ya poca esperanza se tenía de su vida y avisáronle de su peligro. Confesase internamente de sus pecados la víspera de los gloriosos apóstoles san Pedro y san Pablo y como caballero cristiano se armó de las verdaderas armas de los otros Santos Sacramentos... y como los médicos le diesen por muerto si hasta la media noche de aquel día no hubiese mejoría... y así se entiende que le apareció el glorioso apóstol -san Pedro- la noche misma de su mayor necesidad como quien le venía a favorecer y le traía la salud". (1)
La escena principal representada en esta obra es el momento en que san Pedro se le aparece a Ignacio, a quien se ve en éxtasis, tendido en la cama, mientras san Pedro, entre nubes, sostiene con sus manos "las llaves de la Iglesia", que son su atributo personal. La segunda escena del lado derecho hace alusión a la etapa de convalecencia de Ignacio, en la cual se aficionó a la lectura de libros sobre la vida de Cristo y de los santos, las que le motivaron a cambiar su forma de vida. La representación de la cama del santo, con patas talladas en figuras como de quimeras, colocadas sobre plataforma y con dosel, bien puede ser réplica del mobiliario novohispano del siglo XVII.
(1) Pedro de Ribadeneira, Vida de san Ignacio de Loyola, p. 25.