San Mateo, hijo de Alfeo, nació en Galilea y su profesión fue la de recolector de impuestos para los romanos; en el evangelio escrito por el propio Mateo se narra cómo se integró al grupo de discípulos de Jesús: "Cuando Jesús se marchó de allí vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en la oficina del fisco. Y le dice: sígueme. Se levantó y lo siguió. En la casa se sentó Jesús a la mesa y vinieron a sentarse con él y sus discípulos muchos publicanos y pecadores. Lo vieron los fariseos y decían a los discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? El los oyó y dijo: No necesitan de médicos los sanos sino los que están mal. Id y aprended qué significa: misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores" (Mateo IX, 9-13).
La tradición cuenta que san Mateo, tras haber predicado en Judea, se fue a difundir la doctrina de Cristo en las naciones de oriente. (1) Se le atribuye la redacción del primer evangelio, dirigido a los cristianos de origen judío. Escribió o recopiló en arameo un primer texto perdido, que debió ser la base común de los evangelios actuales de Marcos y Lucas. El relato que conocemos es una segunda versión escrito en griego hacia el año 70.
Los padres de la Iglesia identificaron a Mateo con el símbolo del hombre alado, ya que éste comienza su evangelio con la genealogía humana de Jesucristo.
(1) Alban Butler, Vidas de los santos, t. III, p. 632.