Uno de los grandes obstáculos para el desarrollo económico del México independiente fue la ausencia de buenas vías de comunicación. Por ello, la construcción de Ferrocarriles recibió un gran impulso de los gobiernos posteriores a la Guerra de Reforma. Como se esperaba, los ferrocarriles fueron un magnífico estímulo para la economía, pues el transporte de mercancías se abarató. Además, se facilitó el traslado de las personas, y los productos regionales pudieron integrarse a un mercado nacional.
El Ferrocarril Mexicano, que comunicó a la ciudad de México con el puerto de Veracruz, fue el primero en concluirse; tenía una longitud de 423 kilómetros y su construcción tardó quince años. Fue inaugurado en su totalidad el 1° de enero de 1873, cuando ya gobernaba Sebastián Lerdo de Tejada. Entre las obras de ingeniería más destacadas que se realizaron para esta línea ferroviaria se encuentran el puente de la Soledad, con 228 metros de largo, y el puente de Metlac, con 137 metros en curva y una altura de 28 metros por encima de una barranca con exuberante vegetación.