La respuesta militar de los liberales a la Intervención Francesa se apoyó de manera importante en la estrategia de guerra de guerrillas, que tan buenos resultados había dado a Vicente Guerrero y a los insurgentes en la última etapa de la lucha emancipadora. Apoyados en el arrojo y patriotismo de las clases populares, convirtieron el término despectivo chinaco en una prenda de honor y en símbolo de causa nacionalista.
Los chinacos eran rancheros, en su mayoría mestizos; jinetes muy diestros y valientes hasta la temeridad. El guerrillero Nicolás Romero, chinaco de los mejores, era famoso porque nunca preguntaba el número de los enemigos y tan sólo pedía saber dónde estaban. La noche anterior a su fusilamiento se preguntó al coronel Romero si quería ver a un sacerdote, pero éste respondió que prefería dormir.