A principios del siglo XIX, España fue invadida por el emperador francés Napoleón Bonaparte, quien destituyó al rey Fernando VII para colocar en su lugar a su hermano José Bonaparte, conocido como Pepe Botella por su supuesta afición al vino. El pueblo español se opuso con las armas a la invasión, mientras que en la Nueva España se discutía la posibilidad de que el Virreinato mantuviera su autonomía en tanto durase la ocupación napoleónica.
La ciudad de México estaba gobernada por un Ayuntamiento integrado por criollos que querían más participación en el gobierno, entre ellos destacaban Juan Francisco Azcárate, Francisco Primo de Verdad y Ramos, y fray Melchor de Talamantes. Ellos propusieron no sólo desconocer a José Bonaparte, sino también formar un gobierno provisional autónomo hasta que Fernando VII recuperara el trono. Se celebraron varias juntas en la sala de Audiencia para discutir la iniciativa, siempre presididas por el escudo de España y por los retratos de Carlos III y Carlos IV. Por ambiciones personales, el virrey José de lturrigaray aceptó la propuesta de los criollos, aunque con la oposición de los españoles que deseaban seguir sujetos a los designios del gobierno peninsular.