Importantísimo y muy bello lienzo novohispano de la segunda mitad del siglo XVIII, desafortunadamente anónimo, pero con claras influencias de artistas relevantes del momento, como Miguel Cabrera y Francisco Antonio Vallejo, así como ciertas concomitancias que habrán de investigarse con la producción del pintor poblano José Joaquín Magón. Es evidente el uso “suave” del color y el dibujo idealizado de las figuras humanas, rasgos típicos del periodo. El tema es el universo carmelita y están representados desde los viejos ermitaños del Monte Carmelo hasta los frailes descalzos europeos de los siglos XVI y XVII, pasando por los santos mártires y el clero secular que apoyó la consolidación de la Orden. El núcleo de la composición está conformado, como no podía ser de otra manera, por la Virgen del Carmen con el Niño abrazando a santa Teresa, quien encabeza la procesión de un nutrido contingente de sus “hijas”. De acuerdo a algunas investigaciones y comparativos, la obra es un tercio de un cuadro de grandes dimensiones, que se encuentra en el convento de Nuestra Señora de la Soledad y el corazón transverberado en Puebla, firmado por José Joaquín Magón.
Fuente: Marín Gutiérrez, Alfredo, Mariano Monterrosa y Elisa Vargaslugo, 80 años, 80 obras. Museo de El Carmen, México, INAH, p. 119.