En este biombo se retrata un sarao en un jardín en el que se entretienen varios personajes tocando música, bailando y escanciando la copa durante un atardecer. En él podemos admirar la vestimenta y atisbar los pasatiempos de las clases acomodadas del final de la época novohispana.
El biombo mexicano es una muestra importante del arte civil del siglo XVIII, cuyas manifestaciones fueron muy reducidas debido a las estrictas reglas de los gremios de pintores, que daban predominio a las representaciones religiosas. El lienzo se observa reentelado y la pintura muestra craqueladuras, pérdida de capa pictórica y degradación de color que pone en evidencia la base de preparación y marcas del bastidor. Presenta, además, restitución de color por la técnica de Riggattino en diferentes partes de la pintura.
Historia.- De los tesoros traídos de Oriente a la Nueva España, el biombo se adoptó en forma definitiva, que tomó carta de naturaleza novohispana durante más de dos siglos, convirtiéndose en mueble indispensable tanto en palacios públicos, como en iglesias, conventos, mansiones y casas modestas.
Los biombos, además de su carácter práctico como "protectores contra el viento" (origen de su nombre japonés byo, protección, y bu, viento), ofrecían intimidad y aportaban un toque de suntuosa belleza. Los primeros biombos conocidos en Europa fueron obsequiados en España a Felipe II por cuatro jóvenes japoneses, convertidos al cristianismo, presentados por el jesuita Diego de Mesquita. Este mismo grupo, proveniente de "Cipango" (Japón), presentó su adhesión a la iglesia de Roma, después del concilio de Trento, y durante su visita obsequió otro par de biombos semejantes al papa Gregorio XIII; este regalo, realizado en 1585, llamó poderosamente la atención a este pontífice, que pasó a la historia por haber reformado el calendario, que rige al mundo desde entonces. Si en Europa los biombos se conocieron desde esta época, en la Nueva España hicieron su aparición a principios del siglo XVII. Estos muebles -se sabe que eran laqueados y dorados- fueron enviados por el shogún (general en jefe de los ejércitos del emperador japonés) Date Masuname al entonces virrey don Luis de Velasco hijo, quien los recibió de manos del embajador Rocuemón Hasekura (1614-1620). El embajador venía acompañado por un grupo que estudiaría las técnicas mineras; y es probable que justamente este grupo, para mostrar sus talentos artesanales, haya enseñado la fabricación de biombos: "vistosos lienzos pintados a imitación de la China", según lo describe el capuchino Francisco de Ajofrín, en su diario del viaje que hizo por América en el siglo XVIII. Hay también una nota interesante sobre los biombos, escrita por el mártir Francisco Pedro Bautista, desde Manila, cuando viajó en el séquito que envió el gobernador Pérez de Mariñas al emperador de Japón: "llamado Taycozama, en cuyo aposento... Las tablas [del biombo] eran de oro..." La invención del biombo se originó en Corea, y rápidamente se difundió por China y Japón, países que le añadieron adaptaciones propias, pero conservando siempre la estructura original.