Juan Rodríguez Juárez situó a la Virgen al centro de la composición, parada sobre la luna, materialmente cubierta por querubines, coronada por once estrellas y no doce como lo marca la tradición, rodeada por angelillos que sostienen algunos de los símbolos de la letanía lauretana, aludiendo a su pureza; en la parte inferior y a los lados de un gran río aparecen otros elementos tomados de la misma letanía.
Esta pintura forma parte de una serie mariana de nueve cuadros, realizados por Juan Rodríguez Juárez para decorar los muros del claustro alto del Patio de los Naranjos, del Colegio Jesuita de Tepotzotlán.