La obra muestra el momento en que la Virgen María, recién nacida, es presentada a san Joaquín. Sigue fielmente las recomendaciones iconográficas del tratadista Pacheco. (1) En la escena se observa una cama con dosel, cuyos cortinajes se abren dejando ver la figura de santa Ana, que recibe a la niña de manos de la partera y la muestra a san Joaquín, quien viste como patriarca.
No falta -así lo recomienda Pacheco- la sirvienta que lleva la comida, la lavandera que trae las sábanas y pañales y una bordadora. El grupo de mujeres, conforme a la tradición popular, representa además los oficios femeninos de los que santa Ana ha sido considerada patrona.
Esta iconografía es producto únicamente de los evangelios apócrifos, y según el Proto Evangelio de Santiago santa Ana fue hija de un sacerdote betlemita, y siendo ya anciana dio a luz a María. San Joaquín era hombre rico de la estirpe de David y no había procreado descendencia. Terminó su desgracia cuando un ángel le anunció su futura paternidad.
Esta pintura forma parte de una serie mariana de nueve cuadros, realizados por Juan Rodríguez Juárez para decorar los muros del claustro alto del Patio de los Naranjos, del Colegio Jesuita de Tepotzotlán.
(1) Francisco Pacheco, Arte de la pintura, pp. 215-216.