El país muestra, por un lado, una familia llorando la pérdida del ser amado, que al parecer es el padre del muchacho que le llora recargado sobre la pared y con el rostro cubierto por las manos, frente a él, su madre y su hermana rezan de rodillas por el alma del difunto, al fondo se observa el cuerpo cubierto por una manta blanca y una corona de rosas blancas encima, a sus pies, llora lastimero un perro. La escena está enmarcada dentro de un decorado de flores donde el color predominante es el negro, símbolo de duelo. El otro lado del país nos muestra una escena en la cual un músico, sentado sobre una silla, acompaña el canto de una joven que se encuentra de pie y viste de morado, para el deleite de una bella mujer que se encuentra sentada con su pequeña hija sobre las piernas, en medio de ellos una mesa con una partitura sobre su atril y detrás de la mujer con su hija, su dama de compañía de pie. La escena está enmarcada dentro de un decorado fitomorfo predominando el color gris opaco y negro al centro. Sobre las delgadas ondas de color blanco que rodean la escena se observa una inscripción que indica la pertenencia del abanico. La baraja presenta diez varillas de marfil caladas con motivos fitomorfos así como grabados incisos con aplicaciones de hoja de plata dorada. Las varillas que cierran la baraja presentan aplicaciones de concha nácar con hoja de plata dorada con motivos fitomorfos.
Desde muy pronto y en lugares diversos aparecen abanicos utilizados por todos los pueblos de la antigüedad. En el Egipto de los faraones se conocían los grandes abanicos de plumas, que hoy se pueden admirar en pinturas y bajorrelieves conservados de aquel tiempo. En China la existencia del abanico puede datarse por milenios, pues, al parecer, su uso se remonta al tiempo del emperador Hsien-Yuan, en el año 2697 A.C. La gran revolución en el mundo del abanico llegó cuando éste se hace plegable. ¿A quién se debe este invento? La respuesta que se da como más cierta es que un japonés lo inventó hacia el siglo VII de nuestra era. En el siglo XVI el abanico procedente de China y Japón, donde ya se había extendido el uso del plegable, viene a occidente, siguiendo el camino de las rutas comerciales abiertas por España y Portugal. En principio era un objeto caro y raro del que sólo las damas de alto linaje podían gozar, pero pronto surge una gran industria abaniquera que se extiende por toda Europa que copia y fabrica el modelo plegable. Son precisamente estos procesos preindustriales los que permiten que el abanico se popularice y pueda ser adquirido por todas las capas sociales. En el siglo XVIII, con la extensión generalizada del abanico, se produce también una variedad de formas y colores inusitada. La forma del abanico ha permanecido inalterable a través de los siglos. Lo único que ha variado según los dictados de la moda ha sido el país, llamada así a la parte alta del abanico, compuesta de tela o papel, esta es la parte que normalmente se ha venido decorando con representaciones de escenas costumbristas primeramente orientales, luego europeas o con todo tipo de motivos florales. El país, según las épocas podía ser de tules, gasas, etc., o adornado con pedrería o marfiles. La parte baja del abanico, normalmente de madera se llama baraja, hay abanicos que carecen de país recibiendo el nombre de abanicos de baraja. Cuando las damas del siglo XIX y principios del XX iban a los bailes eran acompañadas por su madre o por una señorita de compañía, que en las colonias hispanoamericanas recibía el nombre de chaperona, con el fin de que éstas velasen por su comportamiento. Las señoritas de compañía eran muy celosas en el desempeño de la labor que se les encomendaba por lo que las jóvenes tuvieron que inventarse un medio para poder comunicarse con sus pretendientes y pasar desapercibidas. Para ello usaban su abanico de diferentes maneras de modo que éste les servía de instrumento para pasar mensajes al galán que las cortejaba. Por ejemplo: si la dama se abanica sobre el pecho lentamente, significa: «soy soltera, no tengo novio». Si mueve el abanico en movimientos cortos y rápidos sobre su pecho: «estoy comprometida o tengo novio, sigue tu camino». Si abre y cierra el abanico y lo pone en su mejilla, le indica al joven: «me gustas». Si coloca el abanico en su sien y mira hacia arriba: «pienso en ti de noche y día». Si sospecha que su amado le es infiel o lo ve hablando con otra joven, se toca la punta de la nariz con el abanico, indicándole: «algo no me huele bien». Si camina impaciente de lado a lado golpeando la palma de su mano con el abanico: «ten cuidado, cariñito, por ahí viene la chaperona». Si abre y cierra el abanico y señala hacia el jardín: «espérame allí mi amor, pronto estaré junto a ti». Finalmente, si mira al joven sugestivamente cubriéndose la boca con el abanico, significa que le está enviando un beso, y obviamente, el joven sabe que él es el escogido.