Pieza
San Francisco consolado por ángeles músicos
INAH-Mediateca/Enrique Garza
Desde su juventud, san Francisco padeció muchas enfermedades, entre ellas una dolencia en sus ojos, que soportó hasta el día de su muerte. Debilitado por su padecimiento y por su rigurosa abstinencia, tuvo ocasión de meditar sobre la gloria de la vida eterna, embargándolo un enorme deseo por escuchar el sonido de una cítara para que menguara el dolor de su cuerpo y consolara su espíritu. Entonces se aparecieron ángeles músicos que tocaron melodías con tal suavidad que san Francisco desfalleció al encontrar consuelo en aquellos dulces acordes. 

A nuestra izquierda observamos a san Francisco con los atributos que lo distinguen: el crucifijo, alusivo a su devoción por la Pasión de Cristo, y el cráneo, que representa la intrascendencia de las cosas terrenas. 

Fray León, a quien san Francisco llamaba “ovejuela de Dios”, fue su confesor y único testigo de la estigmatización.

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