Pieza
Los varones pobres de Asís
INAH-Mediateca/Enrique Garza
Después de dos años de predicar, san Francisco comenzó a tener discípulos que, convencidos por su doctrina, lo siguieron en la pobreza. El primero fue Bernardo de Quintavalle –uno de los nobles más ricos y sabios de la ciudad-, al ver cómo el santo soportaba burlas y escarnios, decidió renunciar a sus bienes para unírsele; el segundo fue Pedro Cattani que también se despojó de sus riquezas y lo siguió. 

San Francisco y sus dos compañeros confirmaron  su vocación deseando conocer la voluntad de Cristo y leyendo tres pasajes del Evangelio en un misal, el primero fue: “Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, luego ven y sígueme”; el segundo mencionaba: “No llevéis nada para el camino”; finalmente, el tercero decía: “El que quiera venir en pos de mí renuncie a sí mismo, tome su cruz y sígame”.  Estos designios que Cristo  había anunciado a sus apóstoles sirvieron de fundamento para escribir la regla franciscana. A la derecha del espectador se observa a uno de los discípulos, Juan de Capella quien arrepentido por haber renunciado a la orden, se ahorcó al igual que Judas, el apóstol de Cristo.

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