En esta sala se reunían los frailes antes de pasar al refectorio a tomar sus alimentos. Servía como vestíbulo. Era común encontrar a religiosos, invitados del superior o vecinos sentados en las bancas adosadas a los muros llamadas poyos.
Comunicaba con el claustro bajo, por lo que compartía el ajetreo que en él se vivía. Estaba adornado con grisallas: pintura mural en tonalidades grises, en las que se representaban escenas de la vida cotidiana de los dieguinos, que todavía es posible apreciar.
Parte de los muros están decorados con mosaicos de Talavera elaborados en el taller de cerámica que existió en el convento.