Síntesis del rico pasado acapulqueño en su emblemático Fuerte de San Diego. Es el monumento histórico más importante del puerto de Acapulco, único en el país por su diseño de “estrella”, clásico del marqués de Vauban, arquitecto militar de Luis XIV, modelo de los fuertes españoles desde la entronización de los Borbones tras la Guerra de Sucesión Española (1701-1715). La construcción, con su singular traza geométrica en forma de pentágono o estrella de cinco picos, obedeció a la política de la corona española de contar con una estructura de defensa para sus posesiones ubicadas en el litoral del Océano Pacífico. El fuerte intentaba proteger los galeones que arribaban a Acapulco, al final de su viaje de “tornavuelta” desde Manila, con valiosas mercancías de origen chino (seda, porcelana, brocado) y de otros lugares del Oriente; dicho comercio duró 250 años.
Desde 1986, gracias a la labor conjunta del INAH, el Consejo Nacional y Estatal “Adopte una Obra de Arte”, y la Asociación de Amigos del Fuerte de San Diego, este vasto inmueble alberga el Museo Histórico de Acapulco. A través de 14 salas de exhibición permanente y una sala de exposiciones temporales, identifica a los guerrerenses y a los mexicanos en general con su propia historia. Ofrece a los visitantes un resumen del devenir del puerto: los primeros pobladores, la conquista de los Mares del Sur (el Océano Pacífico), el intercambio comercial con Oriente, la piratería, la propagación de la fe cristiana y la Guerra de Independencia. José María Morelos y Pavón, tras la intensa y reiterada lucha por adueñarse del lugar (hizo sitiar la fortaleza por dos años y siete meses, entre 1811 y 1813), autorizó un banquete en el Fuerte de San Diego, en cuya cocina y comedor brindó con esta frase: “¡Que viva España, sí, pero España hermana y no dominadora de América!”
Las colecciones, tanto arqueológicas (de la cultura Mezcala, de Guerrero) como históricas, que se exhibe en las salas pertenecen al tesoro del propio museo y se enriquecen con préstamos de otras instituciones, como el Museo Nacional de Historia y el Museo Nacional del Virreinato, así como con piezas de particulares, entre los que destaca el valioso acervo del anticuario Rodrigo Rivero Lake.
Una de las piezas notables del museo es un lujoso carruaje llamado “carroza real”, y también unos mascarones del siglo XVIII, un tibor de porcelana china también del siglo XVIII, lo mismo que sedas y bordados, un antiguo kimono de seda y monedas chinas de dinastía lejanas, por mencionar sólo algunas. Entre de las piezas más importantes e icónicas exhibidas en el Museo está el navío o galeón San Pedro de Cardeña: es en una maqueta europea del siglo XVIII, hecha de madera, metal, tela e hilo de estaño; ensamblada y tallada, en colores café, negro, ocre y dorado, mide 230 cm de alto, 255 de largo y 278 de ancho; a falta de planos, se hacían maquetas como éstas para construir los galeones.
También desempeñan un papel importante las colecciones de porcelana china de diferentes épocas, principalmente de los siglos XVIII y XIX, pertenecientes algunas a la dinastía Qing, así como platos, platones y tazas de vajillas de la Compañía de Indias, nombre genérico con el que se conoce toda la porcelana originaria del Lejano Oriente fabricada sobre todo en China desde la antigüedad. Gran cantidad de ejemplares de esa loza muy fina llegaron a México a través de la Nao de China.
El Fuerte de San Diego es la fortaleza marítima más importante a lo largo del Océano Pacífico. Está situado en un arrecife, en el actual barrio de Petaquillas. Su construcción en 1616 corrió a cargo del ingeniero Adrián Boot, de origen holandés (del Flandes entonces español). Se le dio el nombre de San Diego en honor del santo patrón del 13º virrey de Nueva España (1612-1621) Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, y a los baluartes de cada punta de muralla los nombres de “Rey”, “Príncipe”, “Duque”, “Marqués” y “Guadalcázar”. Entre 1776-1778, tras un grave terremoto que perjudicó mucho el puerto, fue renovado por el ingeniero Miguel Constanzó (según proyecto del ingeniero Ramón Panón), quien construyó una plaza de armas de nueva, con cinco baluartes y rodeada por un foso. Para 1783 se concluyó la obra ampliada: tenía cabida para dos mil hombres de armas con víveres y agua potable para todo el año, y para 63 cañones de largo alcance abastecidos. Más tarde fue convento, hospital y cárcel. En 1933, el presidente Abelardo Rodríguez lo declaró monumento nacional, en 1959 alojó la Reseña Mundial de Cine, y desde el 24 de abril de 1986 es la sede del Museo Histórico de Acapulco.
Abierto parcialmente por mantenimiento
Colonia Centro, C.P. 39300,
Acapulco, Guerrero.
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+52 (744) 482 38 28
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