El Museo Nacional de Antropología celebra 48 años desde que fue inaugurado el 17 de septiembre de 1964. Para celebrarlo, se presenta esta muestra de piezas de cerámica de gran formato que fueron elaboradas por diferentes culturas mesoamericanas.

 Hace más de tres milenios que el hombre mesoamericano descubrió la maleabilidad del barro y su transformación en una materia dura por la acción del fuego. Este avance tecnológico fue un gran paso en su proceso de desarrollo, pues le permitió conocer y seleccionar los yacimientos apropiados para obtener la materia prima: el barro. Supo controlar el fuego para conocer la intensidad del mismo en la elaboración de las piezas. Por medio del barro el hombre pudo crear una enorme variedad de objetos, desde utensilios como ollas, cazuelas, vasos, platos y otros más que le servían, por un lado, para satisfacer necesidades cotidianas, hasta cerámicas destinadas a acompañar a los muertos o para ofrendar a sus dioses. Pero fue más allá: por medio del barro pudo moldear la fauna y la flora que lo rodeaba; se retrató a sí mismo y algo muy importante: nos dio la imagen de sus dioses.

En la exposición, los antiguos dioses de barro se presentan ocupando diferentes regiones cósmicas de acuerdo a su naturaleza.

La superficie de la tierra o el espacio, estaba dividido en cuatro rumbos: este, oeste, norte y sur. El tiempo se medía con relación al espacio, porque el sol recorre la superficie formando días y noches (movimiento este-oeste) y también forma las estaciones de lluvias y secas en su movimiento anual determinado por los solsticios de verano e invierno. Estos se pueden observar en el horizonte cuando el sol está en su posición extrema al norte (solsticio de verano) que trae consigo lluvia, verdor y las actividades agrícolas; y cuando el sol se encuentra en su posición más extrema al sur (solsticio de invierno) que trae consigo la temporada de secas, con la predominancia del sol invernal y las actividades bélicas y de caza.

Esculturas en exhibición:

El dios “cinco-flor” también llamado Xochipilli, “Príncipe de las flores” está asociado con los importantes rituales del canto-danza, con la música, la poesía, el placer sexual y las plantas psicotrópicas. Era también quien enviaba enfermedades venéreas.

Sentado con los brazos cruzados que descansan sobre las rodillas, la boca entreabierta, los ojos fijos en el horizonte, esta escultura en cerámica, encontrada en la región de Huachín, Veracruz, inmortaliza el momento de trance de un personificador del dios, o un noble que ejecuta el ritual. A través del canto, de la música y posiblemente mediante rigurosas prácticas de abstinencia, purificación e ingestión de flores y hongos con el poder de dar visiones,  Macuilxochitl entra en las regiones celestes y luminosas de la creación llamadas “mundo flor”. Su atavío presenta un tocado en el que se observa al centro una hilera de plumas y a los lados dos colgantes con símbolos de resplandor solar y el movimiento.