Representa con sus imágenes la expansión de la diócesis michoacana más allá del antiguo territorio tarasco. A la capital política y religiosa, Valladolid (hoy Morelia), llegan recursos económicos tanto de la fértil Tierra Caliente como del boyante Bajío. Se consolida con ello uno de los obispados más prósperos de la Nueva España.
Territorio y economía
Durante el Virreinato, el obispado de Michoacán abarcó un vasto y productivo territorio que, desde finales del siglo XVI hasta el XVIII, ocupó los actuales estados de Michoacán, Guanajuato, Colima, partes de Jalisco, Guerrero y San Luis Potosí.
El territorio del obispado de Michoacán contaba con diversas zonas geográficas dedicadas a diferentes actividades económicas: en el norte se encontraban los ricos yacimientos mineros de Guanajuato y San Luis Potosí; el Bajío destacaba por sus fértiles tierras, pastizales y ganados, mientras que Tierra Caliente y la costa fueron reconocidas por su variada producción agrícola y pecuaria. En el siglo XVIII, gracias al desarrollo de cada una de estas regiones (en especial del Bajío y Tierra Caliente), el obispado de Michoacán fue una de las diócesis más prósperas de la Nueva España, después de los obispados de México y Puebla.